Raimundo Fitero
Estirados
La serie «La Fuga» de Tele 5 va perdiendo audiencia cada semana. No es culpa solamente de la competencia que aprieta, sino que la propuesta se ha quedado en las formas, en una concepción de la estética que bebe de algún CSI mezclada con una pose ante las cámaras que nos presenta a los personajes muy estirados, aunque la pretensión al elegir esas formas es que ganen en intensidad, en ambigüedad, en misterio. La puesta en escena también busca esos efectos externos, y se diría que hasta la trama intenta meterse por esos territorios que ahora están de moda, muy misteriosos, turbios.
Pero todo ello choca con los diálogos y con algunas interpretaciones que son pura flojera, sin capacidad para la dicción adecuada, sin saber meterle emoción o interés a sus frases, con lo que todo se queda en una fachada, en una poquedad demasiado liviana, y si no hay chicha textual, o la poca chicha existente se pierde por una mala dirección de actores o un nefasto reparto, solamente se pueden agarrar la audiencia a los machos con barbas que se perfilan y a las hembras que se siluetean. Es decir, muy poco, tirando a nada, porque después la trama se pierde a través de la impericia de los diálogos.
Compite en Antena 3 con «Toledo», otra serie de reminiscencias históricas, con las que seguirla es un ejercicio de credulidad fuera del alcance de cualquier telespectador mínimamente sensible al detalle y el rigor. Un producto oportunista donde los haya. Adolece de los mismos defectos, diálogos muy baratos, interpretaciones muy deficientes, suplidas todo por relaciones abrasivas entre los personajes, es decir, buscando los momentos calenturientos, las escenas subidas de tono, los desnudos de cuerpos jóvenes y sensuales como única manera de lograr la atención.
Estamos ante un monumento a las contradicciones absolutas entre objetivos, medios y fines, por lo que sus seguidores no saben si se quedan por ver el cartón piedra resucitado con ínfulas, o por asistir a la nueva etapa del destape televisivo. Todo muy «vintage», como la política, la judicatura, los sindicatos y hasta el propio fútbol. Eso sí, nos ponemos estirados y populares abrazando farolas sin luz.