Cuando estas líneas sean leídas, quizá la suerte de Khader Adnan esté echada. Tras 59 días de huelga de hambre, su cuerpo ha pasado ya el umbral en el que los órganos vitales pueden dejar de funcionar en cualquier momento. Panadero y padre de familia de 33 años, fue detenido en su casa en un raid nocturno e inmediatamente puesto en «detención administrativa», una práctica que permite encarcelar indefinidamente sin juicio y sin cargos. Un juez israelí -un oficial del Ejército- denegó el recurso de Adnan contra su detención, lo cual puede suponer su condena a muerte, a menos que haya una urgente intervención internacional.

Cientos de palestinos, al menos 21 parlamentarios, permanecen detenidos bajo esa fórmula. Humillados, golpeados y acosados en los interrogatorios, mientras el mundo se limita a mirar. Khader Adnan no se enfrenta a sus captores por su propio bien, sino por los miles de prisioneros que han sido privados de sus derechos humanos básicos. Su determinación, inquebrantable coraje y autosacrificio han suscitado mucho apoyo. Merece respeto pero, lo más importante ahora, necesita que todos alcen la voz y hablen claro contra la ocupación, la colonización y el apartheid israelí.