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Sí, sí, sí... no nos vamos a Madrid

Joseba VIVANCO

Por fin algo claro: el Santiago Bernabéu no será sede de la final copera. Lo dejó claro el club blanco y lo corroboró ayer la Federación Española de Fútbol por boca de su secretario general. Se lamentan hoteleros y taberneros madrileños; pierde crédito Antonio Basagoiti. Se alegran los `vikingos' de Ultra Sur y los Tomás Roncero del mundo. Ahora, Athletic y Barcelona deberán decidirse: o Mestalla o La Cartuja. Y a partir de ahora, pongan como se pongan, pongámonos como nos pongamos, lo siento, pero yo entiendo a Florentino Pérez. Desde luego, no creo que Josu Urrutia quisiera ser recordado en su mandanto al frente del Athletic como el presidente que accedió a que la selección española de fútbol volviera a jugar a San Mamés desde 1967 o, si me apuran, que se volviera a disputar una final de la Copa del Rey español por segunda vez desde aquella prehistórica de 1921. Y digo esto porque no creo que el presidente del Real Madrid quiera pasar a la historia del madridismo como el que permitió no que su archirrival el Barcelona -por cierto, parece como si esta final no la jugara el Athletic- ganara su enésimo título y lo festejara en el mismísimo coliseo blanco, sino porque si yo fuera él o en la otra vida el de allá arriba me hubiera castigado con reencarnarme en `merengón', jamás permitiría que en mi propia casa, en el Santiago Bernabéu, 90.000 personas, ganara quien ganara ese día, enmudecieran no ya el himno español o ensordecieran al mismísimo Rey español, sino que entonaran al únisono perlas como la consabida del «Madrid se quema, se quema Madrid» y otras similares, amén de eslóganes antiespañolistas o independentistas. A Florentino, al madridismo, al españolismo en general, solo le faltaría que una placa, con orla incluida, en su propio sancta sanctorum les recordara que ese día, ese 20 o 25 de mayo de 2012, unos 90.000 vascos y catalanes -dentro del estadio- pasaron por allí y `quemaron' Madrid.

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