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Análisis | CONGRESO DEL PP

El PP hace imposibles equilibrios en el filo entre uno y otro tiempo

La sesión principal del Congreso del PP que se celebra en Sevilla reprodujo ayer todas las vacilaciones de un partido que aparece superado por la velocidad de los acontecimientos en Euskal Herria. Algunos discursos apuntan a que intenta poner un pie en el tren que está en marcha, pero de momento dejando el otro en tierra firme. Una postura que no se puede sostener mucho tiempo sin acabar pegándose un batacazo. Obviamente la «altura de miras» predicada por el Basagoiti de ayer no es compatible con el «que caiga sobre ellos el peso de la ley» de Aznar, por lo que de momento el PP solo siembra confusión entre los suyos

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Ramón SOLA

El PP ha completado una semana de piruetas imposibles en torno a la situación en Euskal Herria. Si el vasco Antonio Basagoiti patinó hacia su versión más impresentable tras verse con Mariano Rajoy el martes en La Moncloa, parece también que el ministro Jorge Fernández se columpió, esta vez hacia el lado más presentable, un día después en el Congreso, admitiendo la «dimensión política del problema».

Cabía esperar alguna clarificación en el Congreso del partido que se celebra en Sevilla, y que para algo supone la cita que fija la línea de un partido para los próximos años. Pues no. Ayer fue Basagoiti el del discurso templado y sensato: hizo hincapié en que el nuevo tiempo tiene que abordarse con «altura de miras» e «inteligencia», y hasta adoptó esta vez el papel mínimamente serio que se espera del redactor de la ponencia política, máximo documento del partido. Los exabruptos quedaron, como se preveía, para José María Aznar, que habló en calidad de presidente de FAES, o sea guardián de las esencias peperas: «Es el momento de repetir a los terroristas un mensaje muy sencillo. Nosotros ganamos, ellos pierden. Sin un ápice de confusión. Que caiga sobre ellos todo el peso de la ley, con mayúsculas, todo el peso de la ley».

Ni Basagoiti pareció el del martes en Moncloa, ni Aznar el que acercó presos y corrió a hablar con ETA y HB en 1998. Y a todo esto, en su línea, Rajoy calla, pero no se sabe si otorga, y a quién.

Con esta dualidad de mensajes, quizás el PP tenga a toda su clientela contenta, porque cada uno habrá oído lo que quería oír. Pero parece más probable que en realidad esté sembrando un despiste generalizado y contribuyendo poco a la pedagogía necesaria para afrontar una travesía absolutamente desconocida tras la decisión de ETA, que lo cambia todo. Porque obviamente la «altura de miras» del Basagoiti de ayer no es compatible con el mensaje vengativo de este Aznar.

En cualquier caso, en esta tensión entre lo viejo que no acaba de morir y lo nuevo que no acaba de nacer más importante que lo que suceda a la vista del público es lo que ocurra entre bambalinas, donde se está produciendo una sucesión de reuniones entre todos estos sectores -desde poderes fácticos hasta simples lobbies- que forman la órbita del PP: jueces y fiscales, asociaciones de víctimas, escoltas, periodistas... Una tarea pesada, sin duda.

La necesidad de ganar tiempo poniendo un pie en el nuevo escenario y otro en el anterior queda probada en el insostenible discurso sobre la veracidad o no de la decisión de ETA. El ministro de Interior va paso de ser la única persona del mundo mundial que todavía dice alimentar dudas sobre una reanudación de la actividad armada. Primero le contradijo el Departamento de Interior de Lakua, poco sospechoso de tener interés en favorecer a ETA. Luego los reputadísimos expertos mundiales de la Comisión de Verificación. Esta semana también lo ha remarcado la comisaria europea de Interior. Y lo sabe el Comité Olímpico Internacional, al que la candidatura de Madrid -una ciudad copada por el PP- le ha transmitido que el riesgo de acciones de ETA ya es pasado.

Evidentemente, porque para eso es ministro de Interior, Fernández lo sabe mejor que nadie, pero para seguir dejando un pie en tierra debe recurrir a recrear la realidad pasada. Y esa es, a su vez, la mejor prueba de que el nuevo tiempo, el tren en marcha, no ofrece otra opción lógica y razonable que subirse a él.

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