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Gorka Zozaia Miembro de la izquierda abertzale

El falo y la corona

La arquitectura de Bilbao nos deja así orgasmos rascando los cielos y muerte al ras de la ría, bajo los puentes. La precarización social es abrumadora y si se mantiene el orden de las cosas, se agudizará más si cabe en los próximos años

La producción física del espacio ha tenido siempre una intencionalidad simbólica más allá de la funcionalidad. Históricamente, las urbes se han estructurado alrededor de las iglesias y sus campanarios se han erigido por encima del resto de edificaciones. De este modo, la iglesia consigue que a ninguna persona que transite la urbe se le escape quién está arriba y quién abajo. Ni siquiera pasará desapercibida la identificación del poder con formas fálicas. La pedagogía arquitectónica supera con creces el poder sugestivo de la más moderna publicidad subliminal.

Tanto es esto así, que cuando poderes distintos de los religiosos comienzan a tener un control mayor sobre la sociedad, estos también optan por erigirse en rascacielos. Las torres sede de empresas multinacionales, energéticas, industriales, financieras y las de la banca, hace tiempo que hacen sombra a los campanarios, en la misma medida que lo hace su influencia sobre la sociedad. En Bilbao tenemos buena prueba de ello, donde además de la Torre Banco de Vizcaya (sede del BBVA) acaba de erigirse la Torre Iberdrola, que se inaugura hoy.

El falo más viril de Euskal Herria no podía ser inaugurado por mejor institución que la corona española. Las imágenes que generan ambas formas, dicen mucho de la obscena relación entre la representación máxima de la soberanía española, y la representación máxima del sector energético. Cabría matizar aquí que el Jefe de Estado actual no lo es tanto desde que la existencia de un heredero, y sobre todo, de un pacto con el poder económico le hayan clavado un puñal en la espalda que lo acabará desangrando. Aun así, la escena pornográfica se simplifica en la relación entre los poderes económicos y el poder político.

Como se diera en la antigüedad entre monarcas e iglesia, hoy, los políticos son súbditos del poder financiero, energético e industrial. Lo son, al son de los intereses del capital, lejos de responder a las demandas y necesidades de la población. Intereses capitalistas, por cierto, cada vez más beligerantes para con los derechos más básicos de las personas. Sin embargo, los que debieran ser garantes de estos derechos, sus representantes, no hacen sino acrecentar la virilidad de los que las violan mediante sus reales felaciones. Permiten que los que más tienen ganen más todavía, a costa de que los que menos tienen, tengan menos.

Aunque los beneficios de las empresas vascas constituyen mucho más de la mitad de la riqueza generada (PIB), la última bajada del Impuesto de Sociedades, y el aumento de los beneficios fiscales hace que de cada 100 euros que se espera recaudar en 2012 en Hego Euskal Herria, solamente 8,9 serán pagados por las empresas, frente al 14,45 de 2008. Esto se traduce directamente en el aumento de las rentas más altas (un 114,52% entre 2002 y 2008), sobre todo en Bizkaia, el herrialde con mayor concentración de la riqueza. Mientras, los poderes políticos e institucionales aumentan el IVA para llenar las arcas públicas y desvían la atención del fraude fiscal hacia las ayudas sociales. Ayudan así a consolidar un fraude fiscal en el que las empresas vascas Iberdrola, Iberdrola Renovables y BBVA son líderes.

La arquitectura de Bilbao nos deja así orgasmos rascando los cielos y muerte al ras de la ría, bajo los puentes. La precarización social es abrumadora y si se mantiene el orden de las cosas, se agudizará más si cabe en los próximos años. Además de las más de 200.000 personas paradas, y los más de 500.000 que trabajan percibiendo salarios inferiores al umbral de la pobreza (según 37,5% del PIB per capita), hay que tener en cuenta los sectores populares (pensionistas, viudas, preceptoras de prestaciones, estudiantes,...) que sin trabajo remunerado viven por debajo de dicho umbral (900.000). Para estas, el aumento del IVA, los aumentos en el recibió de la luz, el gas, el transporte, la recogida de basura, el teléfono, el correo, etc., resulta una losa aplastantemente real.

La situación es insostenible. Las clases populares necesitamos articular el poder de nuestras manos antes de quedar aplastados bajo la dinámica de los recortes. Debemos acabar con la atomización, hacer músculo, articular el poder popular, ejercer nuestra soberanía. Debemos hacerlo desde abajo, de la escalera al barrio, del pueblo a la comarca, de los herrialdes a Euskal Herria. La soberanía no se pide, se construye. Euskal Herria, hoy más que nunca, necesita soberanía económica y la construcción la debemos abordar desde el nicho arquitectónico básico para los sectores populares: la calle.

En este camino, se acaba de fijar un nuevo hito; la convocatoria de una huelga general para el próximo 29 de marzo. Algunos nos dirán que la huelga no sirve de nada, que perjudica a las personas, que las pobres empresas,... ¡nos dirán misa! Si queremos que cambien las cosas, debemos hacerlo nosotras. Y para poder cambiarlas, debemos tomar conciencia de que somos capaces de cambiarlas. Debemos ser conscientes de nuestro poder. Ejercer nuestro poder. Paremos Euskal Herria, para empezar a construirla.

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