Las secuelas de la victoria de Rubalcaba marcan a un dividido PSOE andaluz
El PSOE de Andalucía ha heredado las disputas fraguadas durante el 38 º Congreso. La dimisión del líder de Sevilla, que acusa a Griñán de imponerle candidatos, ha dejado la federación en manos de una gestora a un mes de elecciones.
Alberto PRADILLA
Está todo reconducido. Ya no hay problemas». Así respondían el jueves desde la calle Ferraz a las preguntas sobre la fractura interna del PSOE andaluz, que la semana pasada aprobó sus listas de cara a las elecciones del próximo 25 de marzo y que el sábado celebró una convención autonómica marcada por la fractura de una federación dividida desde el 38º Congreso. El secretario general elegido en aquel cónclave, Alfredo Pérez Rubalcaba, compartió estrado el sábado en Málaga con José Antonio Griñán, actual presidente de la Junta de Andalucía y uno de los barones que se posicionó con su oponente, Carme Chacón, en la pugna interna por liderar el partido. De fondo, las presiones denunciadas por miembros del partido a lo largo del congreso, la debilidad de un Griñán que apostó por el caballo perdedor, las pugnas a la hora de elaborar las listas (con dimisión incluida del secretario general de Sevilla) y la cercanía de unos comicios donde el PSOE perderá, con toda seguridad, uno de sus grandes bastiones de poder. Como las urnas están a la vuelta de la esquina, todos intentan esconder el hacha de guerra. Pero está claro que las hostilidades podrían reabrirse en el caso de que se cumplan las predicciones de los sondeos, que auguran el peor resultado de la historia del PSOE en Andalucía.
«Los delegados andaluces nos han reconocido que la noche ha sido movidita», señalaba a GARA una delegada extremeña durante el congreso celebrado en Sevilla a primeros de febrero. Las presiones a los delegados abrieron la veda en un proceso condicionado por la decadencia de un partido que ha gobernado ininterrumpidamente Andalucía desde los años 70. Primero, fueron los apoderados sevillanos, cercanos al candidato Rubalcaba, quienes denunciaron que José Antonio Griñán se había saltado su promesa de mantenerse neutral y trajinaba para lograr apoyos para el chaconismo. Durante el congreso, sin embargo, cambiaron las tornas. Aunque Rubalcaba lo desmintió categóricamente un día después de ser coronado, nadie pone en duda el papel jugado por Felipe González y Alfonso Guerra, que habrían llamado uno a uno a los delegados para convencerles de que el candidato del aparato era preferible a un experimento como Chacón. «Yo no veo a Felipe llamando», zanjó Rubalcaba. Pero, cuando no apuntan las cámaras, todo el mundo asume que hubo algo más que sugerencias.
El congreso de Sevilla dejó tocado a José Antonio Griñán. Pero ante la cercanía de las elecciones, Rubalcaba optó por no defenestrarle. Así que el todavía cabeza de la Junta de Andalucía pasó también a presidir el PSOE, sustituyendo a otro andaluz, Manuel Chávez. El caso de Griñán se entendió como el único gesto ofrecido por el nuevo secretario general socialista a sus rivales internos, dentro de una estructura en la que apenas dejó rastro de chaconismo. Claro, que los 22 votos de diferencia no daban garantías de que las hostilidades no se repitiesen en otros ámbitos territoriales. Andalucía era terreno abonado para las rivalidades internas.
La «espantada» de Viera
La elaboración de las listas de cara al 25 de marzo fue la gota que colmó el vaso en Sevilla, la provincia díscola. Discrepancias con la dirección autonómica motivaron la dimisión de José Antonio Viera, secretario general en la capital hispalense. Viera achacó su portazo a las «presiones» sufridas por el entorno de Griñán a la hora de seleccionar los acompañantes en la plancha. A menos de mes y medio para las elecciones, el exlíder socialista en Sevilla dejaba el partido en manos de una gestora que tendrá que lidiar con el descalabro general. A nadie se le escapa que los principales responsables andaluces trataron de convencer a Viera de que no era el momento para airear sus discrepancias con Griñán. Tampoco hay dudas de que hoy, a pesar de la imagen de cohesión que tratará de proyectarse, será una jornada marcada por la división interna.
Pilar Sánchez Acera, exteniente de alcalde de Alcobendas y vinculada al PSM desde su juventud será la candidata rubalcabista en el congreso del PSOE de Madrid en el que se enfrentará a Tomás Gómez, un líder acostumbrado a jugar a contracorriente pero que controla el aparato de la formación en la capital del Estado español. Gómez no desveló su apoyo a Chacón hasta doce horas antes de las votaciones en Sevilla, aunque su enfrentamiento con Alfredo Pérez Rubalcaba era público. Los rumores apuntan a que a él le hubiese gustado postularse como tercera vía y que solo la intervención de algunos barones le hicieron desistir. No obstante, el PSOE madrileño es también escenario de las disputas procedentes del cónclave sevillano. Gómez asegura que tiene bajo su control a la mayoría de asambleas, pero todos sus rivales se han unido en torno a Sánchez Acera. A.P.