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Miel Otxin arde en el fuego de Lantz y huele a sardina quemada en Bilbo

Los carnavales se terminaron ayer para dar paso al Miércoles de Ceniza. Algunas localidades llevan días celebrando a Don Carnal con desfiles de carrozas y el frenesí festivo, mientras que en lugares como Altsasu y Unanu asoma su lado más diabólico, haciendo reaparecer a demonios de origen desconocido. En Lantz, Miel Otxin volvió a ser quemado en medio de un estallido de alegría. Mientras tanto, en Bilbo, Tolosa u otras poblaciones lloraron por una sardina.

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Aritz INTXUSTA | IRUÑEA

El fuego acabó ayer con el desenfreno carnavalesco en Euskal Herria para dar paso al día gris que supone el Miércoles de Ceniza, primer día de Cuaresma, de la vuelta a la rutina o, también, el día de la gran resaca. Aunque hay imágenes que las llamas no han podido carbonizar del todo.

Como recuerdo de este año quedará el flashback orgulloso de los vecinos de Etxarri Aranatz, que volvieron a los tiempos en que Nafarroa abrigaba todos los territorios de Euskal Herria 800 años atrás, celebrando el reconocimiento de Etxarri como población.

Salvajes o urbanizados, los carnavales suponen un soplo de aire fresco que permite escapar de la rutina. Y esto es más que necesario con la que está cayendo. Si en otros tiempos los carnavales daban un pase de pernocta para escapar de un mundo controlado por la estrechez moral del catolicismo, los que colorearon hasta ayer Euskal Herria se convirtieron en válvula de escape de la crisis. Ya sea sobre una llamativa carroza, quemando una sardina, embutido en un saco de esparto o repartiendo varazos.

Miel Otxin y Aldabika

El origen de los carnavales de los pueblos parece tan dispar como las formas de vivirlos. Dos carnavales navarros parecen nacer del linchamiento de un bandido. Curiosamente, es el bandido del pueblo pequeño el que se ha hecho más famoso.

Se trata de Miel Otxin, que fue quemado en Lantz para jolgorio de los vecinos que lo habían apresado el día anterior. Alrededor del malvado emergieron otras figuras como el gordinflón Ziripot, que se paseó por las calles zancadilleado por los zaldikos sin parar de saltar.

El de Lantz es el más conocido de los carnavales de Nafarroa. A su sombra, en Lizarra se está recuperando una festividad con personajes similares, donde se quema a otro bandido, Aldabika, que aparece también con otra suerte de personajes como los palokis.

El carnaval rural de la ciudad del Ega tenía lugar la víspera de la fiesta de disfraces del sábado pasado, pero este año se adelantó una semana, ya que las dos festividades se solapaban. De esta forma, la quema de Aldabika ganó en participación y lleva camino de asentarse.

Las sardinas de Tolosa y Bilbo

Si Lantz es el paradigma del carnaval rural de Euskal Herria, Tolosa se ha convertido en la referencia del carnaval moderno, donde lo más importante es conseguir un disfraz divertido y cómodo, ya que tiene que permitir vacilar, pero también hacerse con un sitio cerca de la barra para beber.

El Martes de Carnaval, o Asteartita, es el sexto día consecutivo en que el pueblo se embebe de una vorágine charanguera. Tras la alborada al amanecer y el toro del aguardiente, el último desfile de carrozas salió a las calles poco antes del mediodía y, sobre la medianoche se enterró oficialmente la sardina.

A diferencia de buena parte de los pueblos de Euskal Herria, en Tolosa aún quedan un par de días antes de que se dé por acabada la fiesta. El viernes se decidirá a los ganadores del concurso de carrozas y dos txarangas visitarán la residencia Iurramendi el Domingo de Piñata.

En Bilbo el carnaval empezó de una forma maravillosa pero, como siempre, acabó en luto piscícola. Las Comparsas optaron por ambientar la fiesta en la película de Tim Burton sobre Alicia en el País de las Maravillas, pero con Iñaki Azkuna como amarga Reina de Corazones.

Decidieron no participar en el desfile de carrozas y centrar sus esfuerzos en la comisión mixta de fiestas y sus propias actividades. La quema de la sardinase realizó en el Arriaga, después de una kalejira fúnebre que partió desde la Plaza Nueva con la compañía Goloka. Como manda la tradición, la triste despedida se realizó de luto riguroso -con algún toque rojo- velas, tules y chocolates.

Unanu y Altsasu, el lado salvaje

El lado más demoníaco del carnaval despertó en Altsasu y Unanu. Los momotxorros reaparecieron sarde en mano y manchados de sangre para aterrorizar al pueblo. Al ritual de la sangre le siguió un akelarre en la plaza Zumalakarregi, donde las sorginak mostraron su atracción hacia el sensual macho cabrío. Tras esto, los momotxorros bailaron su danza y se representó una boda. Poco después estalló la fiesta final con cientos de enmascarados.

Mientras tanto, en Unanu fueron los mamuxarros con sus caretas los protagonistas. Sus varas no parecen tan amedren- tadoras como el sarde de un momotxorro, pero son tanto o más peligrosas, sobre todo para la espinilla. Como siempre, la pesadilla de estos fantasmas se desvanece el Miércoles de Ceniza y las misteriosas máscaras de bronce de origen desconocido regresan al Ayuntamiento. Hasta dentro de un año, cuando vuelvan a poseer a los vecinos.

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