Raimundo Fitero
Cuota informativa
Uno de los factores que construyen la violencia institucional en Valencia, está en la actitud de Canal 9, su televisión privada y partidista pagada con los recursos públicos. Los profesionales de este medio se pusieron en actitud de denuncia debido al silencio informativo, a la omisión deliberada de cualquier imagen o referencia a lo que estaba sucediendo en la calle debido al delirio violento de los responsables políticos del orden público, que son los únicos que crean el desorden como se comprobó en la manifestación más multitudinaria que transcurrió sin problemas al no aparecer los provocadores con uniforme, cumpliendo consignas desestabilizadoras. De eso sabemos mucho por aquí.
Lo de Canal 9 es una actitud reiterada, una manera de ser, la confirmación de un sistema autoritario de información manipuladora al servicio de un partido político o incluso al servicio de una casta dominante en el PP valenciano que está llegando a los lugares más extremos de la indecencia. Es un gran foco de corrupción, un nido de reptiles de algunos de los miembros de la infantería de la extrema derecha mediática que aparecen con programas invisibles, como tertulianos pagados a precio de estrella y otras desviaciones tantas veces denunciadas como escondidas.
Pero como las aguas andan muy revueltas van aflorando cuestiones que se instalan en un estado de rumorología semi-documentada, y le ha tocado al manacorí, ciudadano fiscal gipuzkoarra, estrella de los guiñoles franceses, y tenista famoso Rafa Nadal, del que aseguran que cobraba cerca de un millón de euros por conceder entrevistas en exclusiva a TVE. Sobre el ente público estatal van a caer muchas insidias, porque se trata de debilitarla. Las connivencias con unas productoras concretas, los sueldos y dietas desorbitadas, los pagos tan especiales que ahora se sabe a Nadal, son maneras de funcionamiento que huelen muy mal, porque en demasiadas ocasiones forman parte de una cadena económica que acaba en un lugar con siglas de himno. Seguiremos atentos al desmontaje de las televisiones públicas, por TDT, mar y aire. Y a los debates parlamentarios que se ponen verdaderamente interesantes.