El miércoles hubo movilizaciones estudiantiles en diversos puntos del Estado, sobre todo en los Països Catalans, con manifestaciones multitudinarias en València y Barcelona. En esta ciudad también hubo incidentes, y los medios de la derechona no tardaron en cargar tintas. El tono general se lo pueden imaginar, pero entre todos sobresalía Salvador Sostres, columnista de «El Mundo», quien no ahorraba munición. Escribía que «los estudiantes de la universidad pública, patrocinados sobre todo por la clase media catalana, formada por botiguers y comerciantes, decidieron estropear el éxito de una jornada tan crucial», en referencia al Congreso Mundial de Móviles, que al parecer es más importante que una educación pública de calidad. Y sacando el látigo agregaba que «estos chicos tendrían que ser detenidos, identificados y expulsados de su universidad». Servidora, por experiencia, tiende a considerar que cuando en una manifestación se producen incidentes la policía tienen todas las papeletas de haberlos provocados, pero no creo que los uniformados puedan ser expulsados de ninguna universidad. No, Sostres no se refería a ellos.

Se refería a las alumnas y alumnos que por millares salieron en defensa de una educación pública en condiciones, a quienes el columnista amenzaba sin pudor: «Recordaremos siempre lo que hicisteis. En el momento más delicado, en el momento más grave, recordaremos que fuisteis la peor amenaza para la prosperidad. Nunca vamos a olvidar vuestro egoismo ni vuestra irresponsabilidad. Hacía tiempo que Barcelona no tenía peores enemigos que vosotros». Cuando habla en plural, ¿a quién se refiere Sostres? ¿O es que utiliza el plural mayestático? Mucho se lo tendría que creer para hacerlo, pero quién sabe... En cualquier caso, después de la amenaza pasaba al insulto: «no sois más que unos niñatos que necesitáis saber qué es pasarlo mal, necesitáis conocer el valor y el precio de cada uno de vuestros supuestos derechos». De supuestos nada, la educación pública es, o debe ser, un derecho, y por él salieron a la calle decenas de miles de chavalas y chavales. Pero seguro que en sus tiempos mozos Sostres era el chivato de la clase, el que nunca le cayó bien a nadie.