Koldo CAMPOS Escritor
Huelga general
No se rían, no se rían, que si no...» aconsejaba entre risas el presidente de los empresarios españoles a sus conmilitones de jolgorio, antes de expresar su parecer sobre la última reforma laboral. Días después, los mismos empresarios han dejado claro, ante el anuncio de una huelga nacional, que «las huelgas no resuelven nada» y que «ahora no es el momento».
Tanto como que no resuelve nada, no es verdad. De momento, a más de un mes de la huelga, su anuncio ya ha logrado que los empresarios y su gobierno dejen de reírse. Y no es que uno censure la carcajada como expresión de ánimo y humor, sino que celebro, sobre todo, la alegría general, ese regocijo que hará inoportuna cualquier huelga el día en que los empresarios y banqueros delincuentes, aunque sea llorando, se hospeden en la cárcel; ese día en que la gente recupere sus viviendas y ahorros, el derecho al trabajo siga siendo constitucional, y derechos humanos la salud y la educación, para no entrar en detalles. Ese sí que no será un buen momento para una huelga. El problema es que ese día no tiene fecha en el calendario, es más, ni siquiera tiene calendario.
Y aun aceptando que una huelga, al margen de interrumpir el alborozo empresarial y convertir el desahogo en general, no va a traducir a la justicia todas las demandas sociales pendientes, la verdad es que tampoco trabajar «resuelve nada». De hecho, pronto los empresarios van a descubrir que las huelgas, además de inoportunas e ineficaces, también son innecesarias. Ya nadie va a tener trabajo que declarar en huelga, ni siquiera los empresarios. Claro que siempre les quedará Laponia.