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Marruecos ahoga en represión las protestas que se extienden por el Rif

Una protesta en Bilbo ha situado en el mapa de la visibilidad el Valle del Rif, tradicionalmente marginado por Rabat y sumido desde hace unas semanas en una ola represiva con la que Marruecos intenta acallar el malestar de la población que demanda trabajo, dignidad y también independencia.

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Mirari ISASI

Independentistas rifeños, personas de izquierda y jóvenes parados que demandan reformas sociales y políticas encabezan las protestas que desde hace varios meses se extienden por el Valle del Rif, en la costa mediterránea al norte de Marruecos, y que Rabat intenta sofocar con una represión sin precedentes que está provocando, desde hace una semana, graves disturbios en localidades como Ait Bouayach, Imzouren, Boukidam..., todas ellas cercanas a Al-Houcemas, donde se han registrado decenas de detenciones arbitrarias e indiscriminadas no solo de manifestantes sino también de responsables de organizaciones de derechos humanos.

El Rif, república independiente entre 1921 y 1926, es una zona tradicionalmente aislada y desfavorecida, con escasas infraestructuras y habitada mayoritariamente por bereberes o amazigh -etnia a la que pertenecen también la mayoría de saharauis-, que sufrió la ocupación española hasta 1956. Siempre ha estado excluida de la vida política de Marruecos, lo que ha dado origen a numerosas revueltas, como antes contra la colonización española.

Durante todo su mandato, el monarca alauí Hassan II sumió al Rif en la pobreza y la ignorancia con el objetivo de ahogar sus ansias independentistas, intentando erradicar su lengua y cultura, para evitar nuevas revueltas. Su marginación llegó acompañada de represión, lo que dio origen al nacimiento de organizaciones políticas que reclaman el desarrollo de la zona pero también su separación de Marruecos. Una de ellas, el principal partido bereber, el Partido Democrático Amazigh Marroquí (PDAM) fue declarado «fuera de la ley» por su sucesor, Mohammed VI, en 2008.

La «primavera árabe» también llegó al Rif hace un año y a principios de este las protestas se reprodujeron cuando los rifeños, hartos de su situación, volvieron a salir a las calles, primero en Al-Houcemas, donde fueron reprimidos, y luego en otras localidades, incluso fuera de las fronteras del Rif.

Para acallar las protestas, el poder marroquí ha vuelto recurrir al único lenguaje que conoce, la represión. Ocupación militar y policial, arrestos, heridos y saqueo de comercios y casas son una constante para intimidar a la población. Y siempre ante el silencio cómplice de los medios y partidos políticos marroquíes, salvo honrosas excepciones.

El malestar de los rifeños, aislados, obligados a emigrar -en Euskal Herria, la mayoría de los inmigrantes procedentes de Marruecos son amazigh- y siempre sospechosos para Rabat, estalló de nuevo hace una semana cuando jóvenes en paro y activistas del Movimiento 20 de Febrero, empezaron a protestar por la falta de empleo y la carestía de la vida.

La tensión subió tras la detención en Ait Bouayach de un conocido activista del citado movimiento, secuestrado por un grupo de «desconocidos» sospechosos de ser policías, según la Asociación Rif de Derechos Humanos (ARDH), y la marcha pacífica que el miércoles no pudo llegar a Al-Houcemas y se dirigió a Ajdir. En esta localidad, donde los jóvenes izaron la bandera de la República del Rif, estuvo la sede del Gobierno de la República del Rif y el cuartel general de Abdelkrim el Khatabi, el líder que luchó contra el colonialismo español y declaró la independencia.

Residentes de Ait Bouayach se concentraban pacíficamente desde hace meses ante las oficinas estatales de Electricidad y Agua Potable, para protestar por sus abultadas facturas, pero la semana pasada les sorprendió la brutal actuación de la Policía, que intervino también en Al-Houcemas para reprimir una protesta de la Asociación de Diplomados en paro que reclamaba empleo y salidas laborales en una zona que el Estado no contempla en sus planes de desarrollo, denunció el Comité de Solidaridad con el Rif de Euskal Herria.

Desde entonces los enfrentamientos han sido constantes, alcanzando su punto álgido el fin de semana. Piedras y cócteles molotov frente a gases lacrimógenos y abundante material antidisturbios. Distintas fuentes informaron de 20 furgonetas de la Policía quemadas, varios agentes heridos, decenas de detenidos (cinco, según el Gobierno), registros nocturnos de viviendas... y el establecimiento de un «toque de queda no declarado», según la ARDH, y un cerco policial y militar sin precedentes para poner coto a las demandas de trabajo, dignidad y oportunidades y a las denuncias de corrupción, exclusión social y abandono absoluto del Rif.

Las manifestaciones en solidaridad con el Rif, que se han extendido a varias ciudades del Estado marroquí, han llegado a Euskal Herria. Decenas de rifeños se concentraron ante el Consulado de Marruecos en Bilbo para exigir el cese inmediato de la represión y la vulneración de los derechos humanos, la liberación de todos los presos y secuestrados y el cese de las persecuciones y juicios falsos y la atención a las «legítimas demandas», tanto sociales como democráticas, de la población rifeña. Incluyen también reivindicaciones que van desde una mayor autonomía a la independencia, y que, según constató Abdelkhalik Bentouhami, abogado y miembro del citado comité de Euskal Herria, Rabat trata de acallar enviando a sus fuerzas de choque.

TOQUE DE QUEDA

Los disturbios se han saldado con heridos, decenas de detenidos, registros nocturnos de viviendas... y el establecimiento de un «toque de queda no declarado» y un cerco policial sin precedentes.

Suicidio en larache de una menor obligada a casarse con su violador

Una menor de 16 años se suicidó en Larache (norte de Marruecos) tras ser obligada a casarse con su violador, diez años mayor, y sufrir malos tratos. Según el diario local «Al-Massae», el sábado la joven tomó veneno para ratas en casa de su familia política, desesperada por el maltrato al que era sometida y por el rechazo de su padre a recibirla en casa. Hace un año la familia de la víctima denunció al violador ante el fiscal general de Tánger y, tras la intervención de conocidos de ambas familias, se decidió casar a la joven con su violador. Estos matrimonios son impuestos por la fuerza de la tradición y, según el código penal marroquí, el violador queda exento de sanción si se casa con su víctima. GARA