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Juanjo Basterra | Periodista

A Irantzu y a Leire, dos luchadoras de gran corazón

Había pensado dedicar este espacio a animar a la sociedad vasca a la huelga general del 29 de marzo; por supuesto que la animo. A decir que estos empresarios tienen cada vez menos escrúpulos para explotar a los trabajadores. O que algunos de ellos, como el equipo ejecutivo de BBVA, se han llevado en esta crisis económica 123 millones en sueldos, lo que ganan en un año 5.000 trabajadores vascos con un sueldo medio que, por cierto, cada vez son menos los que llegan a esa cantidad (25.000 euros). Ese grupo de privilegiados que estos días han movido el culo por nuestras calles y mejores hoteles, acumulan además fondos de pensiones de 156 millones. Casi nada.

Mientras los demás tenemos que pensar en el salario, la hipoteca y en el trabajo para cotizar para la pensión mínima futura, estos quince ejecutivos de BBVA tienen su futuro garantizado, pero se permiten el lujo de pedir para los demás que se aprieten el cinturón, contratos precarios y, por supuesto, que no piensen en un futuro seguro.

No voy a seguir por ese camino, sino que esta columna la voy a dedicar a apoyar a dos luchadoras que, mientras unos se preocupan de acumular y acumular riqueza pisando el callo al trabajador, ellas hacen una huelga de hambre para reivindicar que once de sus compañeras sean readmitidas en la empresa y a otras seis no las trasladen de manera forzosa a Barcelona, lo que es lo mismo que mandarlas al paro. Hoy, si no ha pasado nada raro, cumplen 11 días de huelga de hambre.

Trabajan en Gueñes, pero son de Balmaseda, Leire Sainz-Ezkerra, y de Zalla, Irantzu Llamosas. Se enfrentan a la subcontrata de Iberdrola, Konecta BTO. Un ejemplo de explotación. Lo peor de la situación es el silencio de Iberdrola y del alcalde de Gueñes (PNV), que es capaz de dejar a la multinacional eléctrica un edificio por 75 años y un alquiler de risa: 600 euros al año, pero es incapaz de interceder por la mejora de las condiciones de trabajo y de salarios de las trabajadoras de esa subcontrata.

Sin embargo, Leire e Irantzu han tomado un camino para evitar que Enkarterri se convierta en un desierto industrial.

Eskerrik asko Irantzu y Leire por esta lección de esperanza. Aurrera!

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