EL RETO DEL COOPERATIVISMO VASCO
El prestigio internacional de la marca «Mondragon» (II)
Los autores presentan los principales retos del cooperativismo vasco que, más allá de desarrollar sus potenciales tecnológicos, debe abrirse también a los servicios públicos y participar como sujeto activo en el actual diálogo social. Es necesario definir cómo van a estar representados en el diálogo institucional los trabajadores autónomos, las cooperativas y la economía social
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UN análisis autocrítico sobre la situación del Cooperativismo Vasco revela, fundamentalmente, que si el peso del cooperativismo industrial en nuestro país es ciertamente significativo, no es menos llamativo el menor peso relativo que, comparando con otros países europeos, se registra en el Cooperativismo Vasco en diversos sectores de actividad de gran trascendencia social y económica.
Este análisis revela, en primer lugar, un déficit evidente en el ámbito del crédito cooperativo. La conocida y llamativa experiencia de Caja Laboral es, como se sabe, una experiencia directamente vinculada a la propia Experiencia de Mondragon. Esto le aporta un importantísimo valor añadido, sin duda. Pero también le impide probablemente desarrollar la esencial función socio-económica que el cooperativismo de crédito basado en cooperativas de usuarios tiene en Europa.
En efecto, en el conjunto de la Unión Europea, las cooperativas de crédito representan un 17% de la cuota de mercado bancario, con un 38% en el Estado francés. Con la excepción de Ipar Euskal Herria, donde este cooperativismo de crédito está presente como consecuencia natural de la expansión de las cooperativas de crédito francesas, el cooperativismo de crédito «de usuarios» es prácticamente inexistente en Euskal Herria.
Teniendo en cuenta la importantísima función de estabilización del sistema financiero que las cooperativas de crédito desarrollan en el conjunto de Europa, el cooperativismo vasco debería desarrollar al respecto las estrategias necesarias para determinar las posibilidades de aprovechar las oportunidades que al respecto existen en nuestro país.
El posicionamiento activo del cooperativismo vasco puede ser esencial para el futuro de los servicios públicos. La titularidad cooperativa o mutual puede ser, sin duda, un factor fundamental para posicionar a los servicios públicos en base a una configuración capaz de compaginar la eficiencia del servicio con el interés general y la participación social.
El cooperativismo vasco de enseñanza es también, junto a las cooperativas de Mondragon, un claro referente internacional en el ámbito de una gestión eficiente y participativa de la enseñanza. Pero a este sector le ha faltado probablemente un claro compromiso público de apoyo a este modelo. Un compromiso público que valore de forma suficientemente equitativa la importancia y significación de este modelo, tanto a efectos de regulación pedagógica, como de cuantía -y, sobre todo, estabilidad- de la financiación pública.
El modelo cooperativo tiene también potencialidades extraordinarias para encauzar y resolver algunos de los retos básicos del sistema universitario vasco. Los poderes públicos vascos deberían probablemente analizar el interés de impulsar una evolución «cooperativizadora» de los distintos modelos universitarios vascos, consiguiendo modelos más implicados y autorresponsables en la universidad pública y una mejora sistemática del gobierno corporativo en la universidad privada. Todo ello, junto a un decidido impulso de la actividad de Mondragon Unibertsitatea, pueden ser elementos esenciales para conseguir modelos de configuración universitaria eficientes y comprometidos.
Otro ámbito en el que existe una alta capacidad de desarrollo cooperativo es, en nuestra opinión, el de los servicios culturales y los medios de información y comunicación. El modelo cooperativo puede ofrecer alternativas de gran interés para impulsar experiencias de comunicación (internet, televisión, prensa...) con un fuerte apoyo social y eficiencia en la gestión.
Las cooperativas industriales tienen ante sí, por supuesto, el reto primordial de hacer frente a la crisis económica y, a medio plazo, posicionarse como empresas con un nivel tecnológico y de eficiencia suficientemente competitivo en Europa. Ello implica a corto plazo posicionarse competitivamente en los mercados internacionales, con una mayor cuota de mercado en los mercados emergentes, y afrontar las restricciones crediticias de los años de crisis.
Éste puede ser un momento idóneo para que las cooperativas exploren nuevas vías de hacer frente a sus tradicionales problemas de acceso a la captación de ahorro popular.
Pero, a medio plazo, el reto básico de las cooperativas industriales es probablemente el mismo que el del tejido industrial vasco en general: aumentar el nivel de su equipamiento tecnológico. Es imprescindible crear instrumentos de colaboración público-privada para impulsar la investigación tecnológica básica orientada, y las cooperativas vascas pueden desarrollar un papel tractor esencial de cara a conseguir una implicación sustancial de nuestra administración pública para la adopción de las medidas regulatorias y presupuestarias necesarias para ello.
Un reto esencial para el futuro del cooperativismo vasco, y también para la propia sociedad vasca, es el de la participación de este movimiento en la interlocución social y el diálogo civil, social y económico. En particular, parece imprescindible un análisis sereno sobre los mecanismos de articulación de la representación social de los distintos colectivos económicos estructuralmente ausentes del actual diálogo social entre empresarios y sindicatos. Es necesario definir cómo van a estar representados en el diálogo institucional los trabajadores autónomos, las cooperativas y la economía social. Creemos que el que esta interlocución se materialice o no puede ser esencial para definir el futuro de las políticas socio-económicas de este país.
El cooperativismo industria tiene lógicamente que centrarse en hacer frente a los retos que, a corto plazo, plantea la actual crisis económica. Pero el cooperativismo vasco, en su conjunto, debe situarse en otro contexto más amplio. Desde una perspectiva de interés general, y a través de instrumentos de colaboración público-privada, nuestros responsables públicos -y el movimiento cooperativo- deben ser capaces de aprovechar el potencial de dinamización social cooperativo para apalancar la eficiencia y enraizamiento de nuestros servicios públicos y el desarrollo social, cultural y económico de país.