
Anjel Ord��ez Periodista
La inocencia de las palabras
La iron�a y el sarcasmo, como las armas, los carga el diablo. Hay que tener sumo cuidado con la la p�lvora, la munici�n y el detonante, porque de lo contrario puede explotarnos en los morros m�s a menudo de lo que pensamos y queremos. Los que nos dedicamos a esto de juntar letras sabemos que las palabras, en cierto modo como las armas -mutatis mutandis-, pueden ser de todo menos inocentes, no resisten ni un asalto en un juicio imparcial. Y ocurre que, en esta sociedad tan dada al conflicto, hay demasiado escopetero con �nfulas de maestro armero. Analistas de gatillo f�cil, pol�ticos de verbo mellado, obtusos mercenarios de la expresi�n que sueltan sus peregrinas ocurrencias como si fueran brillantes, agudas, ingeniosas. Y, danba, en toda la cara.
Hablando de otra cosa... Dice Joseba Egibar que �algo tiene la izquierda abertzale con los contenedores, que en el pasado no les gustaban y ahora tampoco�. �Ven lo que les dec�a? No te puedes fiar, nunca sabes d�nde vas a toparte con los temerarios emboscados de la chirigota pol�tica. Porque, aunque con los a�os y la experiencia vas conociendo sus nidos, sus comederos y madrigueras, siempre hay alguno que salta a traici�n y te sorprende con alevos�a y perfidia. Acaso sean, de entre todos, los m�s peligrosos para la salud mental colectiva.
No trato aqu� de entrar al fondo de la cuesti�n, de defender o criticar el sistema de recogida de basuras que los ayuntamientos est�n poniendo en marcha en Gipuzkoa. Quiz� otro d�a. De lo que hablo es de la irresponsabilidad que no puede esconderse, aunque lo pretende, tras la retranca en las palabras de Egibar. Porque, aunque la disfrace de chiste, repito, la ocurrencia no es inocua. Va cargada de matices y referencias cruzadas, de segundas y hasta terceras intenciones. �De muy mala baba�, que dir�amos en el bar. Tengo a Egibar por persona cabal, ponderada, consciente de la realidad que le rodea. Escucho su discurso con atenci�n en este y otros asuntos. Pero las palabras, dec�a, no son inocentes. Egibar lo sabe. Quienes le escuchan, tambi�n. Como tambi�n saben que las ocurrencias peregrinas dif�cilmente alcanzan a maquillar la carencia de argumentos.