CRíTICA cine
«Contraband» Nueva Orleans-Panamá
Mikel INSAUSTI
Uno de los escritores metidos de lleno en el fenómeno de la novela negra escandinava es el islandés Arnaldur Indridason, que brindó al cineasta Baltasar Kormákur en el 2006 el argumento perfecto para “Las marismas”, la mejor de cuantas películas ha rodado en Islandia. En vista de los buenos resultados de su colaboración, Indridason volvió a escribir para Kormákur dos años después el guión del thriller “Reykjavík-Rotterdam”, aunque éste prefirió producir y protagonizar la película, dejando la realización en manos de Óscar Jónasson. Es ahora cuando Kormákur retoma aquella historia de contrabando portuario para encargarse del “remake” anglosajón, haciendo valer su experiencia tras dos rodajes anteriores en los Estados Unidos con “Vardades ocultas” e “Inhale”. La primera se trató de una coproducción, así que “Contraband” es su segundo largometraje para la industria de Hollywood, con un decente presupuesto de 25 millones de dólares y un reparto estelar bastante compensado, aunque Diego Luna o J.K. Simmons aparezcan menos de lo deseado y queden como muy secundarios.
El mayor cambio entre el modesto original islandés y su más espectacular versión estadounidense es el de las localizaciones, ya que ahora el viaje en barco tiene lugar entre Nueva Orleans y Panamá. Poco importa que el guión sea básicamente el mismo, porque el paisaje tropical resulta tan opuesto al nórdico como la imagen del nuevo protagonista con respecto a la de su predecesor, dado el abismo que media entre el estilo informal de Baltasar Kormákur y la tipología de héroe de acción a la que responde Mark Wahlberg. En consecuencia el desarrollo del relato aparece salpicado de tiroteos, accidentes y persecuciones a contrarreloj, según un proceso de aceleración del ritmo de la narración que descuida el drama familiar de fondo que servía de detonante. En “Contraband” las motivaciones personales del antiguo delincuente forzado por las circunstancias a volver a las andadas resultan mucho más tópicas.