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Análisis | Reestructuración del Sistema Financiero Vasco

Un poco de sensatez

El presente artículo rechaza la «obsesión» por la dimensión bancaria y defiende la solvencia de las entidades vascas, que no tendrían por qué seguir los pasos de muchas entidades españolas, guiadas por un «afán desmedido» por expandirse fuera de sus territorios y sectores naturales.

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Ekai Center ha puesto de relieve repetidamente hasta qué punto algunos de los movimientos básicos de la política económica vasca durante los últimos años han venido determinados no ya por las específicas características y necesidades de nuestra estructura económica, sino que, al contrario, han sido consecuencia de las distorsiones generadas como consecuencia de una inadecuada e incomprensible extensión al País Vasco de análisis, propuestas de actuación y medidas políticas pensadas para una estructura económica esencialmente distinta, como es la del Estado español.

Uno de los ejemplos más llamativos de esta distorsión se está produciendo en la que a veces se denomina como reestructuración del sistema financiero.

Este proceso se manifestó en primer lugar a comienzos del año 2011, a través de un repentino cuestionamiento de la figura de las cajas de ahorros, cuestionamiento carente de justificación alguna en nuestro caso, que complicó y distorsionó gravemente el tradicional proyecto de fusión de las cajas vascas, desorientando peligrosamente sobre los verdaderos objetivos estratégicos del proceso a los propios responsables ejecutivos de las cajas de ahorros, a los líderes políticos del país y a la sociedad vasca en general.

Lamentablemente, esta distorsión estratégica sobre las necesidades y retos estratégicos del sistema financiero vasco no ha terminado con la puesta en marcha de Kutxabank.

Lo cierto es que, junto al incomprensible -en nuestro caso- cuestionamiento de las cajas de ahorros, el que podemos calificar como «mito» de la dimensión bancaria continúa, al parecer, amenazando algunos de los fundamentos básicos del sistema financiero vasco.

Aunque en la reestructuración del sistema financiero español el mensaje de «consolidación» y el de «alcanzar una mayor dimensión para ser más eficientes» no deja de repetirse, lo cierto es que la realidad de lo que está ocurriendo en el sector financiero español (excesiva financiación externa, excesiva inversión en el sector inmobiliario, acumulación de activos de dudoso cobro), tiene poco, por no decir nada, que ver con la dimensión de las entidades afectadas por estos problemas.

Al contrario, ha sido probablemente el afán desmedido por expandirse fuera de sus territorios y sectores de mercado naturales lo que ha provocado graves problemas de liquidez y solvencia a numerosas entidades financieras españolas.

Si es cierto que el proceso de reestructuración está asentándose de forma evidente en un proceso de «consolidación» basado en integraciones y fusiones de cajas de ahorros, también lo es que prácticamente ninguna de estas operaciones tiene como verdadero objetivo conseguir entidades financieras más eficientes sino, al contrario, evitar el riesgo de caos bancario integrando entidades en situación de alto riesgo dentro de grupos de mayor dimensión con la finalidad evidente de «ocultar» o, si se prefiere, «disolver» los problemas.

Es por ello especialmente llamativo que, apoyándose en esta engañosa interpretación y en el clima que la misma puede haber generado en la opinión pública, se venga cuestionando de forma repetida el futuro de entidades financieras vascas eficientes y solventes, con el único argumento de que «no pueden sobrevivir con esa dimensión».

La ausencia de fundamento de estos posicionamientos es evidente para cualquier observador imparcial. Sin embargo, ante cualquier intento de analizar las razones económicas que justifican esta repentina obsesión por la dimensión bancaria, la increíble respuesta es casi siempre la misma: «El Banco de España les va a obligar» o «el Banco de España les va a presionar para ello».

Resulta más que sorprendente con qué facilitad se atribuyen al Banco de España gravísimas responsabilidades económicas y políticas en este tipo de procesos. Pero, ¿realmente es posible creer que el Banco de España puede obligar a desestructurar entidades financieras eficientes y rentables?

Las cajas de ahorros (Kutxabank) y las cooperativas de crédito vascas (Caja Laboral e Ipar Kutxa) son, efectivamente, entidades eficientes y rentables. En algunos casos es conocido que algunas de ellas han acumulado determinados activos de dudoso cobro como consecuencia de operaciones en el mercado inmobiliario fuera de suelo vasco. Pero no parece existir ningún indicio de que este tipo de inversiones alcance niveles preocupantes en ninguna de estas entidades.

Sin embargo, el mito de la dimensión bancaria continúa agitándose una y otra vez como amenaza a corto plazo que supuestamente obligaría a nuevas operaciones de integración o fusión, aludiéndose en ocasiones a la absorción por parte de Kutxabank de las cooperativas de crédito vascas.

Si las anunciadas negociaciones para una posible integración entre IparKutxa y Caja Laboral tienen un claro sentido institucional, las restantes hipótesis planteadas no parecen sustentarse en justificaciones societarias ni económicas. Y ello tanto desde la perspectiva de las estrategias empresariales como desde el punto de vista de los intereses generales del país.

Kutxabank tiene una cuota de mercado en el País Vasco más que suficiente para desarrollar sus objetivos fundacionales de forma eficiente y rentable. Y Caja Laboral e Ipar Kutxa son, como hemos repetido, entidades solventes y rentables, que no necesitan dar saltos dimensionales para asegurar su futuro.

No es probable que, en estas condiciones objetivas, los responsables ejecutivos y los órganos sociales de estas entidades se decidan a poner en marcha operaciones estratégicas innecesarias y sin justificación económica ni institucional, basándose simplemente en la repetida «mitificación» de la dimensión bancaria.

No se trata de una cuestión de menor interés. Salvo que las sinergias, economías de escala o poder de mercado conseguidos a través de las operaciones de integración o fusión estén claramente acreditados, los saltos dimensionales no son neutros, sino claramente negativos, para la eficiencia de las entidades financieras, que pierden flexibilidad, motivación y capacidad de adaptación. Los efectos para el conjunto del sistema financiero vasco de operaciones de integración no necesarias podrían ser de una extrema gravedad.

Corregir estos equívocos en nuestra opinión pública, pero también en nuestra clase política y entre ciertos ejecutivos del sector financiero, puede ser esencial para el futuro de algunas de estas entidades. Y, una vez más, hay que subrayar que cuando defendemos el futuro de una u otra entidad financiera vasca estamos defendiendo mucho más que eso, puesto que, como es sabido, el sistema financiero constituye, hoy por hoy, los cimientos de nuestra estructura económica.

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