Mikel INSAUSTI

La ópera prima del mallorquín Toni Bestard me parece muy curiosa y susceptible de distintas lecturas, por lo que tiene de fábula rural sobre la perdida de identidad de los pueblos alejados de los grandes núcleos de población. Ante todo refleja el desgaste de la soledad y de la incomunicación, tanto en cuanto los lugareños charlan con el forastero aún a sabiendas de que el recién llegado no puede entender su idioma, dada la necesidad de hablar con gente del exterior en un olvidado enclave del interior de Mallorca al que ni siquiera se acerca el turismo. No sólo eso, sino que sus pocos habitantes se hacen ilusiones de que la presencia del misterioso irlandés pueda traer consigo la reactivación del comercio, simplemente por el hecho de haberse instalado en el viejo local abandonado que servía de colmado o tienda para todo. Su llegada atrae a los dos únicos representantes de la juventud, con el chico que quiere rehabilitar las casas que amenazan ruina y la chica que está loca por irse a la ciudad.

A pesar del conflicto de intereses, puesto que las motivaciones del extranjero son muy personales y están relacionadas con un amor del pasado desaparecido en un bosque de simas, la proximidad dentro de un entorno tan reducido hará que las respectivas historias de cada cual confluyan creándose un estrecho vínculo entre todos. El trabajo interpretativo del actor irlandés Colm Meaney es de mucho mérito, puesto que se limita a escuchar a sus interlocutores, teniendo unas pocas líneas de diálogo en inglés como único desahogo a su silencio. Dice mucho mediante la transparencia de su rostro, sin necesidad de histrionismos o excesos gestuales, fiel a la sobriedad estilística que le caracteriza. Con su experiencia contrarresta en parte la falta de rodaje de la joven pareja a la que retrata con su polaroid, que ha sido es y será la mejor cámara para inmortalizar el instante, y más aún en una película en la que no se recurre al paisajismo de postal o a los retratos de grupo o de familia.