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Alberto Pradilla Periodista

Os prestaré tooooda mi atención

No me interesan cuestiones identitarias». «Soy internacionalista, no creo en nacionalismos». Argumentos de este tipo son parte de la retahíla que un abertzale se encuentra al otro lado del Ebro en boca de compañeros de izquierdas. No es nuevo. Hace más de un siglo, la revista socialista «Lucha de Clases» calificaba de «locura» lo que denominaba «hablar de una patria chica y querer conservar una lengua regional cuando todo tiende a universalizarse». Ahora, el menosprecio es más sibilino. Pero lo más doloroso es que está enraizado en la mayoría del progresismo del país vecino.

El jueves, tras un debate sobre la huelga en el programa «La Tuerka» de TeleK, el investigador Iñigo Errejón me planteaba el problema que ha supuesto la identidad nacional-popular para la izquierda española. Frente al concepto ultra de la España del barrio de Salamanca de Madrid, el progresismo ha quedado relegado a una antítesis. El resumen es la portada del diario «La Razón»: la del 29 es una huelga «contra España». Un discurso que puede ser simpático en Euskal Herria pero que, como señalaba Errejón, tumba dinámicas combativas en el Estado. Partiendo de esta desventaja, no entiendo por qué en lugar de construir una forma de ser distinta, basada en el respeto hacia las diferencias de pueblos oprimidos, las reivindicaciones de vascos o catalanes terminan aplastadas por el rodillo de las prioridades. En vez de imponer España a mamporros, lo hacen con palmaditas en la espalda.

En estos debates de muro de Facebook podemos recurrir a citas. Marx, Lenin, Sartre o Argala nos aportan munición dialéctica. Sin embargo, la discusión vuelve a resugir con los mismos argumentos: insolidaridad, paternalismo («¿en Euskal Herria no hay burguesía?») o ninguneo, sinónimos del «nunca es el momento».

Volvemos al punto cero. Y, como Zizek, recurriré a la cultura popular de «Los Simpsons» para explicar esta compleja relación. Uno termina sintiéndose como Bart y Lisa frente a Homer cuando, en el momento de proponerle algunas ideas para la nueva niñera, este les responde: «Os prestaré tooooda mi atención», mientras personajes de dibujos animados en blanco y negro tocan el banjo en el interior de su cabeza. Da igual lo que digamos. Para el ciudadano-del-mundo-español nunca es el momento. El 29 volverá a evidenciarse que, lo escuchen o no, la agenda vasca tiene claro hacia dónde se dirige.

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