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Crónica | 20 años tras una pancarta

La «tenacidad» de tres profesores por volver a la universidad con todos sus derechos

A puertas del campus de Leioa, tres hombres de mediana edad mantienen a diario una pancarta en la que puede leerse «Autonomiaren alde, irakaslego propioa. Despidorik ez», una estampa que a fuerza de repetirse ha perdido impacto pero no deja de estremecer, mas cuando esa lucha a la intemperie se ha alargado durante dos décadas. Piden su readmisión y que se les reconozca la antigüedad en una Universidad, que mantiene que perdieron su oportunidad.

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Nerea GOTI

Es posible que quienes vivieron como estudiantes el origen de su lucha acompañen 20 años más tarde a otra generación a la Universidad y comprueben que tres de aquellos profesores que iniciaron una lucha por un profesorado propio siguen a pie de calle demandando ahora su readmisión.

Ayer, en concreto, se cumplieron dos decenios de una reivindicación de un importante colectivo en su origen, que con el tiempo ha visto resueltas sus demandas en buena medida y su situación laboral, pero en la que perseveran aún tres profesores en demanda de la reincorporación a sus puestos de trabajo en la UPV-EHU.

La crónica de esta lucha se remonta unos años atrás. Fue a principios de los 90 cuando 97 profesores asociados se plantaron ante las autoridades universitarias y exigieron un contrato laboral que equiparase sus derechos a la figura del docente con carácter de funcionario, entonces supeditado a la administración española. Dijeron no a esa opción de funcionario de obediencia estatal y rechazaron la otra vía posible, la de firmar un contrato administrativo «que nos abocaba a un futuro de precariedad y discriminación», explicaban. Con base en esas reclamaciones de índole laboral, pronto surgió la demanda de un profesorado propio y de autonomía universitaria.

A lo largo de los años la lucha que emprendieron 97 profesores vivió diferentes etapas, algunas ligadas a los tiempos más negros de represión policial en los campus, en los que profesores y estudiantes díscolos se llevaron la peor parte.

Volviendo la vista atrás, Antton Azkargorta, uno de los protagonistas de esta crónica, junto a José Luis Herrero y Enrique López, explica que «en un primer momento a la gente solo se le ofrecía un contrato administrativo con una determinada duración, uno, dos o tres años y se le renovaba. La Universidad no quería admitir ninguna vinculación laboral fija con ningún profesor si no era funcionarial, lógicamente propuesta por el Ministerio de Educación y Ciencia de Madrid y que uniformizaba a todos los profesores de las universidades españolas». «Planteamos la lucha como insumisos. No aceptábamos el funcionariado y tampoco el contrato administrativo, porque era un compás de espera hasta que te hacías funcionario», explica.

Años después las leyes se fueron transformando. «Conseguimos que se crearan figuras de profesorado fijas con contrato laboral sin ser funcionarios», señala Azkargorta. Añade que después vendrían otras modificaciones legales que confirieron a las comunidades autónomicas libertad para dotarse de profesorado universitario propio no dependiente de Madrid. Luego, en buena parte, sus reivindicaciones se han ido resolviendo y la mayor parte del colectivo ha resuelto su situación laboral, salvo en lo que respecta a los tres despedidos que siguen reclamando su readmisión.

Reconocimiento

«La Universidad ha ido negociando con parte del colectivo, pero nunca ha afrontado una negociación con el colectivo cuando todos estábamos por la misma causa», señala Antton Azkargorta. «Hemos conseguido que la legislación cambie y de ello se ha beneficiado un colectivo importante de profesores de la UPV, que han visto estabilizada su situación laboral y económica, equiparados en gran medida sus derechos a los de los funcionarios en lo que respecta a representación política en los órganos de la UPV, salvo que ningún profesor contratado puede presentarse a rector, que sigue siendo una discriminación a favor de los funcionarios. Luego la lucha ha sido beneficiosa para la propia institución y para muchos profesores, pero a nosotros nos sigue discriminando», mantiene.

No entran a juzgar cómo otros han ido resolviendo su relación contractual con la Universidad, prefieren centrarse en su opción personal por una solución colectiva que sitúan en torno a tres demandas: la readmisión negociada con los tres despedidos, no a soluciones parciales, la reincorporación a su puesto con el reconocimiento de su antigüedad y el abono del salario por el año y medio «que estuvimos trabajando sin contrato y sin cobrar».

Consideran que estos tres puntos «se pueden resolver en una mesa de negociación sin ningún problema» y afirman que el gran escollo para encontrar una solución a su situación es el veto político al que está sometida cualquier solución que implique el reconocimiento de su lucha durante 20 años. «Alguien puede pensar que al reivindicar la antigüedad, estamos pidiendo que se reconozca que hemos tenido la razón siempre en esta historia y que es la Universidad la que ha estado en una situación equivocada», plantea.

El veto político «no está publicitado pero existe», sostiene Azkargorta, para quien en este caso tiene mucho que ver que la reivindicación de personal propio para la UPV-EHU se haya realizado «desde una perspectiva abiertamente nacional». «Ese aspecto político no se nos perdona y por eso estamos siendo discriminados», mantiene.

En nombre de los afectados, Azkargorta explica que «al no poder explicar la verdadera razón, la respuesta de las autoridades es bien el silencio o apelar al cumplimiento de las vías legales». «Hemos estado luchando por un objetivo plenamente universitario, que la Universidad ha aceptado; es decir se ha demostrado que teníamos razón, entonces no se nos puede pedir que nos presentemos en ventanilla y hagamos un solicitud», lo que interpretan como «castigarnos políticamente y obligarnos a renunciar a nuestros derechos de antigüedad, a ser tratados como tres, no como uno ni como dos».

Son conscientes que una salida a su situación supone «reconocer una situación especial» y la aplicación de medidas excepcionales, «porque nuestra situación no es asimilable a ninguna otra». Consideran, asimismo, que cualquier paso debería estar rodeado de consenso político para evitar un retroceso.

La solución no es fácil. En la comunidad universitaria hay gente cercana a sus postulados que apoya firmemente su lucha incluso con aportaciones económicas a una caja de resistencia, «suficiente para sobrevivir». Otra parte de la comunidad universitaria considera que Azkargorta, Herrero y López pudieron reincorporarse a la plantilla universitaria y hoy su nivel de exigencia en una mesa de negociación aleja la posibilidad de un acuerdo. Hay quien recuerda que para empezar sus plazas están ya cubiertas y los recortes en materia de contratación en la Universidad hacen aún más difícil una solución.

Dos instancias tienen que decir en este asunto, el Departamento de Educación y Universidades del Gobierno de Lakua y el Rectorado. Preguntados por GARA sobre la situación de estas tres personas, fuentes de la Universidad zanjan la cuestión recordando que en 2007 la UPV-EHU dio la oportunidad de acceso a las figuras de profesorado laboral para quien, aún no estando contratado en ese momento, «hubieran tenido contrato con nuestra universidad durante al menos cinco años y así lo solicitaran». «Fue decisión personal de cada una de las personas interesadas presentar o no solicitud. De hecho, varias de ellas así lo hicieron», concluyen.

El Departamento de Educación de Lakua, por su parte, apela a la autonomía universitaria en materia de contrataciones y mantiene que los tres despedidos pudieron reincorporarse a sus puestos y optaron por mantenerse en sus reivindicaciones de antigüedad.

Del discurso que mantienen los afectados lo que queda claro es que después de 20 años no van a plegar la pancarta ante cualquier tipo de oferta. Insisten en que han salido «reforzados de una lucha, en la que se ha demostrado que teníamos razón» y que hasta ahora solo se les ha ofrecido «una solución como si la hubieramos perdido, porque se nos está diciendo que entremos por la puerta de atrás y que nos olvidemos de lo que ha pasado».

Frente a quienes piensan que con el paso del tiempo sus concentraciones se han vuelto invisibles, creen que la suya sigue siendo una pancarta molesta y citan, como ejemplo, la sorpresa que despierta su lucha entre quienes visitan la UPV-EHU y se interesan por su situación.

La solidaridad

No ocultan el desgaste que ha supuesto su reivindicación. «Si lo miramos desde el punto de vista académico o de carrera profesional, el coste es enorme. Ahora bien, tiene compensaciones de otro tipo porque hemos vivido experiencias que aunque muy duras también han sido hermosas, porque hemos recibido expresiones de solidaridad, vivencias que no tienen precio», reconoce, al tiempo que agradece el apoyo que les siguen brindando desde dentro y fuera de la Universidad.

Conscientes de que su lucha se puede alargar aún más en el tiempo, explican que seguirán como han llegado hasta aquí en «un día a día». «Es una cadena lógica, en la que uno da unos pasos de coherencia y luego esos pasos de coherencia tienen que ser verificados día a día. La condición es tener las ideas claras y cierta tenacidad para no ceder en lo que uno cree que es justo y correcto», sostiene Antton Azkargorta.

 

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