La habitual calma que preside los cementerios se vio alterada ayer en Durango, donde varios minutos antes del mediodía decenas de personas se agolpaban en su entrada, en busca de una sombra donde resguardarse del sol que ayer reinó durante toda la mañana en Euskal Herria. En el parking del camposanto vizcaino no cabía un alfiler, por lo que los más rezagados se vieron obligados a aparcar en las calles colindantes.

El motivo de semejante ajetreo no era otro que los actos de homenaje a las víctimas del bombardeo de Durango, y es que ayer se cumplían exactamente 75 años desde que se escribiera el capítulo más negro del municipio. Un 31 de marzo que nadie ha olvidado en la localidad vizcaina, pero que este año resulta más redondo aún.

El acto de conmemoración, con un perfil muy institucional, se celebró casi en su totalidad en un escenario instalado en la parte trasera de la capilla, frente al monolito en recuerdo por las víctimas del bombardeo.

A su izquierda, los organizadores levantaron una gran carpa para que los asistentes pudieran sentarse. Lo hicieron en primer término los supervivientes y familiares de aquella masacre, con representantes institucionales y políticos a su espalda. Allí se pudo ver, entre otros, a Iñaki Azkuna, primer edil bilbaino; a Andoni Ortuzar, presidente del Bizkaiko Buru Batzar; o a Iñigo Urkullu, presidente del Euzkadi Buru Batzar y vecino de la capital de Durangaldea.

Solemnidad

Aitziber Irigoras, alcaldesa de la localidad por el PNV, abrió al acto con un discurso pacifista para recordar esta acción bélica, una de las primeras en la utilización de la aviación para el bombardeo de núcleos urbanos civiles. Desgraciadamente, con este ataque Durango se convirtió en escenario del primer bombardeo civil masivo de la historia, una acción que se realizó en dos pases y que comenzó alrededor de las 8.45 de aquel 31 de marzo de 1937. El ataque dibujó un escenario dantesco, donde a las 336 víctimas mortales se sumaban centenares y centenares de heridos.

Junto a la alcaldesa se pudo ver también, entre otros, a José Luis Bilbao, diputado general de Bizkaia, y a Idoia Mendia, consejera de Justicia y portavoz de Lakua, aunque ninguno de los dos tomó la palabra.

Entre tanto, una orquesta situada frente a los invitados, y a mano derecha del escenario, interpretó diferentes piezas de música clásica.

Como colofón a esta primera parte se procedió a la ofrenda floral frente al monolito y al aurresku de honor, seguido de un sencillo minuto de silencio. En ese breve espacio de tiempo, los hechos acaecidos aquel día, conocidos hoy gracias a los relatos de quienes lo vieron y vivieron, recorrieron las mentes de los presentes. Para algunos de ellos fueron recuerdos en carne propia, perfectamente reconocibles por la emoción que reflejaban sus rostros.

Acto seguido, la comitiva institucional ascendió a la capilla principal del cementerio para abordar la segunda y última parte del homenaje.

Canciones para conmover

Cuando el pelotón se hubo asentado en la parte superior, el conductor del acto anunció la colocación de una nueva placa en recuerdo a los fallecidos en el bombardeo, que sustituye a la instalada hace cinco años, después del descu- brimiento de nuevas víctimas en las investigaciones que se han realizado en este último lustro.

Para honrar esta nueva placa tomó la palabra Ángel Mari Unzueta, vicario mayor de Bilbo, que insistió en los conocidos términos anteriores de fraternidad y respeto mutuo. Y se repitieron las ofrendas florales.

La guinda del pastel la puso al final de todo la tenor que interpretó «Lili eder bat» y «Agur, María», de Aita Donostia, convirtiendo la escena en uno de los momentos más emotivos de la jornada. Rodaron algunas lágrimas que contrastaron con el tono excesivamente institucional que tuvo el acto.

La tragedia de Durango ha permanecido tapada durante décadas por la masacre que se produciría en Gernika solo 27 días después, y que será recordada especialmente este año con eventos tanto instituciones como populares.