Tercer triunfo del flamenco en el Tour de Flandes
Boonen pedalea hacia la leyenda
El líder del Quick Step cumplió con todos los pronósticos, atacó en el momento oportuno y se benefició de la caída de Fabian Cancellara.
GARA | IRUÑEA
Tom Boonen está renaciendo de sus cenizas al continuar con su meteórica trayectoria de la presente temporada -ocho triunfos- y entrar con letras de oro en el palmarés del Tour de Flandes, donde con la victoria de ayer iguala los tres títulos de sus compatriotas Eric Leman y Johan Museeuw.
Después de varias campañas sin concretar las grandes expectativas que se habían depositado en él -ganó esta prueba en 2005 y 2006, con lo que se le auguraba un futuro más que prometedor-, el líder del Quick Step parece haber encontrado el poso suficiente que aporta la veteranía. Una serenidad que «Tommeke» explota ya sobre el asfalto, como demostró en el recorrido entre la plaza de Brujas y la llegada de Oudenaarde.
Porque el de Mol, contrariamente a lo que en él era habitual hasta ahora, dosificó muy bien sus fuerzas y no se lanzó a estériles ataques para contrarrestar las diversas fugas que se produjeron. Como la que protagonizaron hasta quince corredores nada más iniciarse el novedoso recorrido de la presente edición.
En ella tuvo un papel destacado Euskaltel-Euskadi, por mediación de Peio Bilbao, que acabó acusando el desgaste en el tramo final. Omega Pharma guiaba al grupo y el pelotón solo sería en parte cribado cuando Rabobank se puso al mando coincidiendo con la llegada de la pendiente del Koppenberg.
Cancellara se pierde las clásicas
Fue entonces cuando se produjo uno de los lances que marcarían el devenir de la carrera. Llegó la hora del avituallamiento y un bidón se cruzó en el camino de Fabian Cancellara, que dio con sus huesos en el suelo y, lo que es peor, le produjo una triple fractura en su clavícula que le impedirá estar en la línea de salida del resto de clásicas, aunque no parece peligrar su presencia en el Tour de Francia.
El desgraciado incidente privó, además, a los aficionados de una reedición del duelo de 2010, en el que el helvético salió triunfador sobre el flamenco, que no podía así cobrarse cumplida ventaja de aquella afrenta, pero que veía a su principal enemigo apartado de la lucha por el triunfo. Gilbert, Voeckler y Bazayev intentaron sacar provecho del desconcierto por la retirada de uno de los favoritos para marcharse hacia adelante, pero su intento se quedó en eso con la vista puesta en el Kwaremont.
La tercera y última ascensión a este tradicional muro forzó la selección definitiva. Ballan, primero, y Pozzato, después, arrastraron a Boonen, que aguantó como pudo las acometidas del ciclista del Farnese Vini cuando la prueba llegó al Paterberg. No fueron las últimas, pues al enfilar la línea de meta tuvo que volver a contrarrestar y superar otros dos ataques de la dupla transalpina para acabar siendo profeta en su tierra.
El temple que mantuvo Tom Boonen, inusual en un corredor que siempre ha destacado por ser un tanto alocado, fue un factor esencial en su triunfo. El flamenco atacó en el momento oportuno.
Peio Bilbao dio protagonismo a la presencia vasca con su participación en la fuga más importante de la jornada, en la que estuvieron hasta quince corredores.