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Dena Casado | Gatika

La farsa de la Ley de Dependencia

A muchos políticos y políticas se les llena la boca cuando se trata de autoalabarse por lo prosociales que son aprobando leyes que supuestamente van a ayudar económicamente a aquellas personas que cuidan en casa a familiares dependientes. Hay que tener en cuenta que esas personas están ahorrando una buena cantidad de molestias, trabajo, camas y gastos a las instituciones públicas, que son, de no ser por esos familiares, quienes se harían cargo de los dependientes.

Sin embargo, su labor no está reconocida con la llamada Ley de Dependencia, o cuando menos, no lo está por la forma que tienen de aplicarse las ayudas, demasiado tardías. Me explico con el ejemplo del caso concreto de mi madre, una anciana de 86 años que tiene reconocida, desde el 14 de noviembre de 2011, una dependencia de grado III, nivel 1, gran dependencia, es decir, la máxima. El caso es que los primeros 400 euros que recibiremos los familiares cuidadores llegarán seis meses después, es decir, a mediados de abril, no sin antes tener que hacer visitas a dos lugares diferentes para su trámite. A cualquiera con dos dedos de frente se le ocurrirán dos cosas, por lo menos.

Una es la siguiente pregunta: ¿Cómo es posible que se tarde tanto en tramitar un pago cuando se tarda solo un mes en tramitar el cambio de gobierno después de unas elecciones? Alguien dirá que es porque los funcionarios, demasiado criminalizados en esta mal llamada crisis que vivimos en vez de llamarla robo descarado, son unos torpes o unos vagos, y por eso necesitan que se les recorte hasta las pestañas. Yo no creo que la culpa la tengan ellos. Más bien creo que el problema está en sus jefes, en los más altos, en quienes han decidido que deben pasar seis meses justos antes de recibir el primer plazo.

¿Por qué seis meses? Con esa pregunta me refiero a lo segundo que se le ocurriría a cualquiera con familiar anciano dependiente. En seis meses el anciano puede estar muerto y ya su familiar no tendría derecho a la ayuda, pues no tiene carácter retroactivo desde la fecha del reconocimiento de la dependencia. Sin embargo, durante esos meses ha habido cuidado y ahorro de gasto público, pero, de hecho, no hay reconocimiento. Es como decir; se te reconoce que mereces pero no se da. Parece que el diseñador de la ley, el político, estaba pensando en dar una imagen prosocial, pero no una ayuda. Dicho de otra forma, una farsa de ley o de político. No sé qué es más, si el engaño de la ley o la ley del engaño, aunque pueden ser las dos cosas a la vez.

Señores y señoras funcionarios y funcionarias de alto cargo: no se llenen la boca de falsos discursos y promesas sino el corazón de empatía y solidaridad, o, por lo menos, coherencia.

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