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Crisis tras la aprobación de la ponencia en Gasteiz

No es cuestión de semántica, sino de correlación de fuerzas

El futuro de la ponencia de convivencia no está en el porvenir. PP y PSE marcaron con claridad sus límites en el pleno para su creación y son ellos los que tienen la mayoría absoluta de la Cámara para hacer y deshacer.

Iñaki IRIONDO

Tiene razón Aintzane Ezenarro al afirmar que la inclusión del concepto «sin ningún tipo de exclusión» en el acuerdo de creación de su ponencia «para debatir y consensuar el tipo de soluciones que se debe dar a las consecuencias de la violencia», no garantizaba la presencia estable y en igualdad de condiciones en la misma de la izquierda abertzale. Pero eso no significa compartir que se trate de un debate meramente semántico. La admisión de la retirada del concepto «sin exclusiones» se hace para acercar posturas con quienes mantienen el discurso de que la ponencia tiene que estar marcada, precisamente, por las exclusiones. Al igual que la retirada de los objetivos de la ponencia coincide con el deseo expresado por el PP de que nadie marque directrices que corresponden al Gobierno español.

Que en el acuerdo hubiera figurado el texto «sin ningún tipo de exclusión» no habría cambiado el Reglamento del Parlamento, pero sería una muestra de la voluntad mayoritaria de quienes impulsaban la ponencia de abrirla realmente al diálogo entre todos. En ese terreno cobrarían sentido las palabras de Aintzane Ezenarro de que «el funcionamiento de la ponencia se decide en la propia ponencia» y hasta la alusión hecha a la posibilidad de que los ponentes pudieran nombrar asesores, como vía de entrada de no parlamentarios.

Pero se diga lo que se diga, se vista como se quiera vestir, esa no fue la ponencia que aprobó el Pleno del Parlamento el pasado viernes con los votos de Aintzane Ezenarro, Oxel Erostarbe y Mikel Basabe. La ponencia real es la que dictan los 38 parlamentarios de PSE y PP, mayoría absoluta, que acordaron que «será abierta a todos aquellos que condenan expresamente el terrorismo de ETA» y que su espíritu vendrá marcado por la búsqueda de «la derrota de ETA» y de «su proyecto totalitario». Y si alguien tiene alguna duda, ya se encargó el PP de aclarar que contaban con «la garantía» del lehendakari y con peso suficiente en la Cámara para que eso sea así.

Con un mínimo de honradez política e intelectual, no cabe culpar a la izquierda abertzale de haberse cerrado la puerta de la ponencia por decir que no acudirá si no es en igualdad de condiciones y achacarle una práctica maximalista. Cabe recordar que la mayoría gobernante parte de que «en este Parlamento estamos los que tenemos que estar» y cuestiona que algunas personas puedan acudir siquiera como invitadas.

El portavoz del PP, Antón Damborenea, fue muy gráfico: «Si ponemos ejemplos, habrá altos cargos institucionales [dos días antes se refirió directamente al diputado general de Gipuzkoa, Martin Garitano] que podrán venir a este Parlamento, porque eso es legal, a hablarnos de la basura o de lo que quieran. Pero es evidente que de convivencia, quien a día de hoy es incapaz de condenar ni uno solo de los atentados de ETA, no puede venir a este Parlamento a ser altavoz de nada».

¿Cree alguien que con esas premisas, si la izquierda abertzale hubiera aceptado participar como «asesor invitado», la ponencia le habría abierto la puerta? No es que algunos prefieran ver obstáculos donde otros ven oportunidades, es que los obstáculos están ahí. En cualquier caso, quienes insisten en que esta sigue siendo una ponencia abierta al diálogo entre todos tienen la posibilidad de demostrarlo en la práctica y dejar en mal lugar a «los del no».

Hacer algo no es siempre mejor que no hacer nada. Habrá que valorar antes qué se quiere hacer y para qué, y con qué fuerzas se cuenta para ello. Una ponencia en el Parlamento que para algunos es el de Euskadi, y además sin presencia de la izquierda abertzale, no es «un foro más» de diálogo, es la excusa perfecta para que PSE y PP rechacen un ámbito extraparlamentario, como el que en su día propuso el presidente del EBB, Iñigo Urkullu, o la mesa de partidos con sede en Iruñea que Aralar planteó públicamente el 18 de febrero.

Por otro lado, esta no es una ponencia como otras creadas aunque no estaba la izquierda abertzale, ni por el momento ni por el contenido que pudiera tener.

Todo esto se podía haber valorado antes de echar a rodar la bola de nieve ladera abajo. Pero también es posible que la valoración se hiciera y por ello precisamente estemos ahora donde estamos.

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