ABERRI EGUNA 2012: INDEPENDENTISTAK
El primer Aberri Eguna de otra era
Ramón SOLA
Varios medios subrayaban ayer que este Aberri Eguna era el primero «sin violencia». Quizás sus periodistas se quedaron descolocados luego por la falta de referencias a esta cuestion en los discursos del acto final o en la misma movilización. Para empezar, el titular carecía de sentido toda vez que los manifestantes se encargaron de recordar insistentemente que hay una situación de violencia, y violencia política, que siguen sin encararse: la situación de los presos políticos vascos.
Sí es cierto que otras cosas han cambiado. Volver a Iruñea tras varios años hacía obligado recordar otros Aberri Eguna que sería mejor olvidar. Y no hace falta retrotraerse a aquel de 1967 en el que hubo 300 detenidos, o a los de los años 70 que acababan en violentas cargas, ni a los de los 80, en que HB llenaba Iruñea en un ambiente muy tenso con un enfrentamiento armado que rezumaba muerte día sí y día también. Más cerca queda aquel de 1997, marcado por la aparición en Itziar del cadáver del militante de ETA Josu Zabala Basajaun, víctima de la guerra sucia. También los de los años justo anteriores y posteriores, en que cada Aberri en Iruñea traía fuertes acciones de kale borroka, con su bagaje consiguiente de heridos y detenidos. O el de 2004, en que la Policía española abortó a brutales porrazos la marcha que abrían Arnaldo Otegi y otros líderes de la izquierda abertzale pancarta en mano.
El de ayer poco tuvo que ver con aquellos en las formas, aunque su fondo de la jornada sea el mismo, y sus protagonistas también. La jornada no se contó esta vez en balance de daños físicos, sino en algo intangible pero con más futuro que destacó Floren Aoiz: los españolistas pasaron «un mal trago» al ver tanto independentista unido y sonriendo.