«La creación de un Estado autónomo suní dentro de Irak es el primer paso para dividir el país y cumplir así la agenda de Irán en la zona», advierte Saad Akhram, médico de Samarra. «La aceptación de este Estado suní es un engaño a la población. Primero crean el problema del sectarismo para hacernos creer que con un Estado autónomo el conflicto entre suniíes y chiíes estaría resuelto. El fin es controlar la región y marginarnos». Saad es tajante.

Cómo una posible solución al sectarismo, varios políticos presentan la creación de un estado como el Kurdistán iraquí para los suníes como la panacea contra el mal que azotan los órganos del gobierno contra esta comunidad.

La región de Al-Anbar, junto con la provincia de Salahedine, fue el bastión de la insurgencia contra la ocupación estadounidense. Entre los grupos que actuaban allí contra las fuerzas invasoras estaba Al-Qaeda. A pesar de la mejora de la seguridad en los últimos años, la zona sigue siendo un hervidero de grupúsculos que actúan contra los intereses del Gobierno de Bagdad. Valga de ejemplo el ataque de Al-Qaeda del 9 de marzo contra militares iraquíes.

Al-Anbar es para muchos suníes un reducto de paz. No así para el primer ministro, Nuri al- Maliki, que ve cómo milicianos de Al-Sahwa siguen armados aunque no cobran desde la retirada de las fuerzas ocupantes. La zona es una bomba de relojería para el gobierno.

Con una población estimada en millón y medio de habitantes -en su mayoría suníes- e informes contradictorios sobre los recursos existentes allí, hay muchas dudas sobre la posibilidad de autofinanciación, en caso de materializarse su separación del Estado. Con las infraestructuras más importantes dañadas tras la contienda y con las necesidades básicas de la población aún por cubrir, Al-Anbar y Salahedine despiertan dudas sobre su futuro. «Nos sentiríamos más seguros si esto fuera una región separada. Así no viviríamos en la marginalidad a la que nos someten a los suníes en el resto del país. Podríamos gobernar el nuestro», declara un miembro de las Fuerzas de Seguridad Iraquíes (FSI) amenazado por ser suní.

La reincorporación de las milicias de Al-Sahwa a las FSI es uan cuestión clave. Aliados de las fuerzas invasoras, los milicianos de Al-Sahwa dejaron de cobrae el sueldo del Estado hace meses. La tardanza en la incorporación de dichas milicias a los órganos del Gobierno puede desestabilizar la balanza hacia un lado u otro.

Ningún partido se pronuncia claramente a favor o en contra de la concesión a Al-Anbar y Salahedine de un status propio. Mientras, la población civil de otros lugares del país escapa de la represión chií hacia las ciudades de Ramadi y Falujah, las ciudades más importantes de la región. No hay ningún dato oficial o informe que cuantifique el número de desplazados a la zona, pero en sus calles no es difícil encontrarse con casos como el de Mohamed Fadjri, traductor que trabaja para la televisión local Anbar TV. «Tuve que desplazarme aquí para poder tener un futuro mejor. Ser suní en Bagdad era un pecado. Aquí puedo trabajar de lo mío y no tener vergüenza de decir que soy suní», declara a GARA.

«Nunca me ha gustado hablar de este tema, pero la situación actual de hostigamiento nos hace ver que es la única solución. Hasta que la justicia no vuelva al Estado iraquí es la única manera de protegernos» admite el imam de Samarra, Hussein Gahzi.

En un país donde la posibilidad de una contienda civil sectaria suena cada vez más, la población está dividida respecto a esta cuestión. Caldo de cultivo para terroristas para unos, posibilidad de una vida en paz al margen de las leyes no escritas del Estado para otros, la polémica separación no hace más que levantar ampollas en la zona, tanto a nivel político como civil.