GARA > Idatzia > Kultura

Carlos GIL | Analista cultural

Lírica

Artes gráficas, visuales, componen un sustrato donde se arma la idea del confort externo. Una cueva paleolítica contiene tanto diseño como un poblado íbero, pese a que la arquitectura natural es un hallazgo y no un acto organizativo voluntario. Los puentes unen, pese a estar construidos en su mayoría por las hordas militares e imperiales. Sin puentes la evolución hubiera sido bastante más atlética. Más épica y menos lírica. Rozando la claridad del alba, un cazador se funde con su sombra, cerca al antílope rumiante entre el brezo arropado por la brisa encantada que trae perfumes de pistilos encabritados. La flecha envenenada rompe la armonía y se confunde con los esquinados rayos de un sol incipiente, hasta que se hunde en el corazón del coronado astado que berrea para despedirse de su grupo que ya ha salido al trote al escuchar el rompimiento del aire.

De esa agonía sale una fiesta, una trascendencia. Con la piel se hacen un djembé o una bota. La fogata alumbra en el ocaso, crea otras siluetas mágicas reflejadas en las paredes de la cueva, en los árboles o difusas en la estepa, mientras los jóvenes cantan y bailan a su alrededor. El ciclo se cierra con una iniciación a la vida. Lo que ahora llamamos sexo, antes era comunión, rito, resolución, cierre de un día de suerte: comida, música, agua clara, cuerpos en acción de gracias, sensualidad, instinto. Al final del trayecto de cada uno había un adiós celebrado con la misma entidad y el sabio recitaba salmodias, daba gracias a la tierra y miraba al cielo por si acaso le llegaba el don. Una noche de luna roja un joven melancólico inventó la lírica para adornar el sufrimiento y decorar la alegría.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo