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La mala pata de los futbolistas

El valencianista Ever Banega, el mismo que se «autoatropelló» cuando repostaba gasolina y se ha perdido la temporada, tiene un consuelo: otros muchos jugadores han sufrido «accidentes» mucho más sonrojantes que el suyo. Y no es leyenda urbana.

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Joseba VIVANCO

Milan Rapaic llegó a perderse una vez el inicio de temporada con el Hajduk Split después de meterse una tarjeta de embarque en el ojo en el aeropuerto. Jugando al `Scrabble', Lionel Letizi, del PSG, se provocó una lumbalgia por querer recoger una pieza del suelo, y Sascha Bender, del equipo de categoría regional Stuttgart Kickers, sufrió una lesión en la cara originada por una ventosidad. Como lo leen... Su compañero Christian Okpala le pegó un puñetazo, y dio la siguiente explicación a la prensa: «Me estaba provocando permanentemente, al echar pedos todo el tiempo». Si las lesiones por norma general suceden dentro del terreno de juego, no es menos cierto que más de un jugador se ha perdidos partidos y hasta citas mundialistas por los más inverosímiles percances dentro y fuera de él. FIFA.com y el diario ``El Gráfico'' han recopilado los más sonados.

Un cuarto de baño, además de un espacio íntimo, también puede resultar un lugar peligroso. El guardameta Santiago Cañizares no pudo acudir a la Copa Mundial 2002 con la selección española tras romper accidentalmente una botella de loción de afeitado en el lavabo de su hotel. Un fragmento de vidrio del recipiente le cayó encima de un pie, produciéndole un corte en un tendón del dedo gordo. Alan Mullery se perdió la gira que el combinado inglés iba a realizar por Sudamérica en 1964 al dañarse la espalda mientras se lavaba los dientes, y el astro brasileño Ramalho se vio obligado a guardar cama durante tres días por tragarse un supositorio destinado a tratar una infección dental. Cosas del fútbol.

Suele decirse que el perro es el mejor amigo del hombre, aunque no siempre es así. Fijémonos en el ejemplo del internacional francés Darren Barnard, que resbaló en un charco de orina que su cachorro había dejado en el suelo de la cocina. La consiguiente lesión en los ligamentos de la rodilla le mantuvo cinco meses alejado de los terrenos de juego. Liam Lawrence, centrocampista del Stoke City, se lastimó al caer encima de su perro. Carlo Cudicini -su perro terminó arrastrándole y se lesionó la rodilla- y Julien Escudé también se lesionaron mientras paseaban a los suyos, y en 1969 el pastor alemán de un vigilante le mordió en el trasero a Friedel Rausch, del Schalke 04, durante el clásico contra el Borussia Dortmund.

Pensemos también en Chic Brodie, quien fuera arquero del Brentford. Su carrera terminó prematuramente cuando chocó contra un perro pastor que se había colado en el campo durante un partido. Brodie se destrozó la rótula mientras el animal atrapaba el balón. «Aunque fuese un ejemplar pequeño, resultó ser sólido», reflexionó el implicado.

Quizás los futbolistas no deberían trabajar cerca de animales, en general, o incluso tampoco de los niños. En la década de los 70, el noruego Svein Grondalen se quedó fuera de un partido con su selección a raíz de un accidente que sufrió cuando había ido a correr... y chocó contra un alce. El centrocampista inglés David Batty recayó de una lesión en el tendón de Aquiles al ser atropellado por el triciclo de su hijo en el jardín de casa, y el danés Allan Nielsen causó baja durante varios encuentros después de que su hija le golpease en un ojo.

Esos accidentes domésticos

Otra moraleja podría ser la de evitar las reformas domésticas. Charlie George, ídolo del Arsenal, se seccionó un dedo gordo del pie con un cortacésped, y nunca llegó a recuperarse por completo; hoy, realiza el Legends Tours del Emirates Stadium. El francés Grégory Coupet estuvo dos semanas convaleciente de un corte que se hizo en dos dedos al intentar instalar una estantería en su casa.

El ex guardameta suplente del Liverpool Michael Stensgaard no tuvo más remedio que colgar los guantes por una lesión sufrida en un hombro al querer plegar una tabla de planchar. A alguno de los porteros del otro equipo de la ciudad, el Everton, tampoco le fue mucho mejor. Richard Wright quedó fuera del segundo encuentro de los Toffees en la Copa de la FA contra el Chelsea por una insólita lesión durante el calentamiento: tras ignorar un aviso de no ejercitarse bajo los tres palos tropezó sobre la señal, torciéndose un tobillo. Wright se había dañado anteriormente un hombro, también durante su etapa en Goodison, después de caer desde un ático mientras hacía las maletas. Volkan Demirel, del Fenerbahçe turco, se dislocó el hombro al lanzar su camiseta al público en 2004 tras ganar un clásico al Galatasaray.

No olvidemos tampoco al portero Carlos Busquets, padre del actual jugador del Barcelona Sergi, que se abrasó las manos al coger una plancha que estaba ardiendo. A David James se le apodaba Calamity por sus cantadas en las porterías de la Premier League, pero la mayor de todas sucedió cuando se lesionó la espalda al estirarse demasiado mientras intentaba coger el mando de la televisión sin levantarse del sofá. Otra vez se dislocó el hombro al intentar pescar una carpa gigante.

El defensor red devil Rio Ferdinand se lesionó en el salón de su propia casa. En 2001, cuando era jugador del Leeds, el central estuvo tanto tiempo sentado jugando en la consola con una de sus piernas apoyada en una mesita que, cuando se levantó de golpe para responder al teléfono, se rompió un ligamento de la rodilla. Alesandro Nesta, el defensa milanista, también se lesionó por jugar demasiado a los videojuegos, aunque no en la rodilla, sino en la muñeca. Tuvo que pasar por el quirófano para superar la dolencia y tardó más de un mes en volver a los terrenos de juego.

Puede que el caso de los porteros sea especial, si a las anécdotas nos remitimos. La carrera del internacional alemán Norbert Nigbur acabó cuando se desgarró el cartílago de un menisco, paralizándose de paso la rodilla, al levantarse de la mesa tras una comida en un restaurante en 1980, y en 1975 el cancerbero del Manchester United Alex Stepney se dislocó la mandíbula gritando a sus defensas en un choque contra el Birmingham City.

Los jugadores también deberían prestar atención al modo en que celebran los goles, a veces peligroso para su salud. Tanto Thierry Henry como Marco Tardelli se golpearon en la cara con el banderín de córner tras marcar, y Perry Groves, suplente del Arsenal, perdió una vez el conocimiento al darse en la cabeza contra el techo del banquillo al celebrar un tanto.

Ese anillo de bodas

Es posible que la lesión más extraña relacionada con un gol fuese la sucedida en diciembre de 2004 cuando, tras ver puerta contra el Schaffhausen, el mediocampista del Servette Paulo Diogo exteriorizó su alegría abalanzándose sobre el público. Por el camino, se atrapó el anillo de bodas contra la valla y se desgarró la parte superior del dedo. Para colmo, al árbitro no le pareció muy bien, y lo amonestó por excederse en la celebración. ¿Festejos? Inolvidable resultó la fractura de Martín Palermo, a quien se le cayó una tribuna de hinchas mientras celebraba un tanto del Villarreal.

David Beckham y Emerson, que compartieron vestuario en el Real Madrid, destacaron también por las lesiones que protagonizaron. Beckham necesitó varios puntos de sutura encima del ojo izquierdo en 2003, después de que sir Alex Ferguson le arrojase una bota tras la victoria del Arsenal en Old Trafford en la Copa de la FA. En la víspera del estreno de Brasil en la Copa Mundial de Corea/Japón 2002, contra Turquía, Emerson participó en una sesión de adiestramiento relajada y ocupó el puesto de portero en una pachanga, con tan mala suerte para el capitán de la Seleção que se contusionó un hombro y se perdió el torneo, en el que su equipo fue campeón.

Los hermanos Boateng y «Huevo» gil

Los hermanos Boateng son los últimos en incorporarse a este anecdotario. Sonaron en el último Mundial porque Kevin Prince decidió jugar para Ghana mientras Jerome lo hacía con Alemania. A Kevin, cuando viajaba en avión para regresar al City tras un amistoso ante Dinamarca, una azafata le incrustó de lleno un carrito con bebidas en su rodilla izquierda y estuvo un mes sin jugar. Más llamativo fue lo de su hermano en el Milan, que hace poco causó baja por -según se dijo- su irrefrenable actividad sexual con su novia, una modelo que aireó su desgaste.

Sin embargo, y a pesar de todas esta retahíla de tribulaciones, la lección para cualquier futbolista debería ser: si te lesionas, deja el tratamiento en manos de profesionales. En 2003, Darios Vassell se hirió al intentar operarse a sí mismo un pie. Tenía un coágulo de sangre debajo de la uña del dedo gordo y utilizó un taladro para romper la uña y drenar la herida. Empeoró las cosas, se provocó una infección, y hubo de retirársele la mitad de la uña.

Más sonrojante fue lo del defensa Huevo Gil, jugador del club Millonarios de Colombia, antes del partido un domingo. Prendió una veladora en el camerino para sus oraciones, pero no se dio cuenta de que se acababa de aplicar ungüento en las piernas y, lógico, se quemó de rodillas para abajo... afortunadamente. Peor le pasó hace poco a Emilio Hernández, volante de Argentinos Juniors. Al chileno se le cayó una taza de agua hirviendo en los testículos y el reposo le duró dos semanas.

Pero uno de los mayores `accidentes' de todos afecta el portero inglés David Seaman, más allá de que una vez se sacara un hombro en una jornada de pesca, o que otra se rompiera un hueso mientras buscaba el mando de la tele. Un humorista inglés, que comentaba la eliminación de Inglaterra en la fase final del Mundial 2002 tras un claro error del arquero, sentenciaba: «Si su padre hubiese usado condón, todavía estaríamos en el Mundial».

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