Mikel INSAUSTI

No se entiende muy bien por qué en la televisión se parodia a diario a los políticos en activo, mientras que en el cine cuesta dios y ayuda atreverse con la caricatura del mandatario de turno. Tanto es así que “La conquête” evita hablar de Sarkozy en tiempo presente, prefiriendo remontarse a las elecciones del 2007. La narración parte de ese momento clave de la llegada al poder del presidenciable, para agrupar en torno a la triunfal instantánea una serie de “flash-back” destinados a resumir su trayectoria ascendente, desde su nombramiento al frente de sucesivos ministerios hasta hacerse con el liderazgo del partido UMP. La película pasa por todos los escalones que le condujeron al Elíseo un poco de puntillas, sin detenerse lo suficiente en su polémica etapa como Ministro del Interior, en la cual comenzó a poner en práctica su estrategia populista para atraerse a los votantes de Le Pen y así convertirse en el nuevo Napoleón del patriotismo galo. .

La falta de crítica política se asienta en la película sobre la teoría de que Sarkozy nunca mantuvo una lucha ideológica con sus rivales, sino que se enfrentó a ellos como si se tratara de enemigos personales en la disputa por el control del Estado. Las confrontaciones que el protagónico Denis Podalydès mantiene con Bernard Le Coq como Jacques Chirac y con Samuel Labarthe como Dominique de Villepin, al igual que la escena cómica en que un miembro de su campaña electoral se burla de Ségolène Royal, tienen el tono irónico de los programas televisivos con imitadores. El humor juega en todo momento con la corta estatura de Monsieur le President, a quien Chirac se dirige como El Pequeño Nicolás, y de quien Villepin afirma: “Quien no es capaz de conservar a su mujer tampoco pude conservar a Francia”. La banda sonora de Nicola Piovani es de comedia italiana, si bien introduce un aire felliniano mediante el cual el realizador Xavier Durringer intenta quedarse con algo del magistral retratismo político de Paolo Sorrentino en “Il Divo”.