Están entrenándose los legionarios para ir a Argentina si es necesario, para defender los intereses de una multinacional, Repsol, a la que un gobierno de un país soberano, le reclama más inversión y mejor trato con los recursos naturales argentinos que explota. Pero el mensaje de un ministro es imperialista, cómico en sus formas, pero demoledor en su fondo. «Quien ataque los intereses de una empresa española, ataca a España». ¡Toma ya! Por cierto, ¿es española Repsol? Su accionariado está suficientemente repartido como para pensar que esa españolidad es cuestionable. Es la globalización del capital.

Supongamos que la presidente Cristina Fernández de Kirchner no esté jugando de farol. Supongamos que tiene mucha razón en emprender estos movimientos de recuperación de parte de sus recursos naturales, especialmente estos Yacimientos Petrolíferos Federales YPF, vendidos de manera sospechosa en la época Carlos Menem, tiempo histórico de reconquista del capital español de bancos, recursos y voluntades. En toda Latinoamérica, con métodos que no resisten la prueba del algodón. Supongamos que tiene respaldo político y técnico, ¿qué hacer? Las barbaridades que se escuchan son lamentables, son muestras de un gobierno sumiso a las grades empresas. Porque el temor es que después de Repsol, venga Telefónica, el Santander, el BBVA. Es decir, un problema muy grande. Y la imprudencia de estos ignorantes que están desmontando el Estado español para convertirlo en una España única, es grande y sumisa.

Pero además se escuchan opiniones interesadas, y dicen algunos que esos yacimientos son maduros, que es el término que usan los especialistas para decir que llevan muchos años sacando petróleo, desde principios del siglo pasado, y que lo normal es que decaiga esa capacidad de extracción. Hace falta invertir muchos millones para buscar otros yacimientos nuevos. Y detrás debe estar China, con dinero, tecnología y ganas de intervenir. La batalla no ha hecho nada más que empezar, pero si cortan los vínculos con América, con Europa revisando las contabilidades, el futuro va ser todavía peor. Más se perdió en Cuba. O no.