Ni siquiera la muy discutida actuación de Ayza Gámez en los últimos compases pudo ocultar el partido gris que firmó Osasuna en el Benito Villamarín. La pálida versión rojilla volvió a aparecer en un choque foráneo, certificando que los de Mendilibar bajan muchos enteros lejos de El Sadar y que, de continuar en esa línea, lo tienen complicado para meterse en puestos europeos.

El plan del técnico vizcaino transcurrió por los cauces esperados hasta que llegó el 1-0. Una escuadra navarra muy bien plantada y sin alardes se bastaba de sobra para contener el juego de salida desde atrás del Betis. Muy incómodos, los de Pepe Mel se mostraban incapaces de trenzar y los rojillos llevaban el envite a un terreno que les convenía claramente.

Disciplina y rigor propiciaban que del atasco en medio campo saliese más beneficiado Osasuna por su forma de desenvolverse. Firme en sostener al rival y atento a una jugada, especialmente a balón parado, con la que llevarse los puntos. Por desgracia, la táctica solo duró media hora. El cuadro encarnado vio truncados sus propósitos cuando el enrachado Rubén Castro -su cuarta jornada consecutiva marcando y cuarta diana en su trayectoria a los rojillos- se hizo con una pelota, fruto de la pérdida en medio campo de un Cejudo que no levanta cabeza.

El gol apagó las pocas luces navarras -más defensivas que atacantes- y le dio el brío suficiente a los anfitriones como para adueñarse del cuero, en una situación mucho más habitual para ellos. El plan A había fallado y no daba la impresión de que hubiese B, pues la actitud de los pupilos de Mendilibar había sido más de predisposición por anular al adversario que por fabricar para llegar a la meta de Fabricio.

Esa querencia al repliegue en lugar de buscar la fantasía venía propiciada, entre otras cosas, por la poca presencia de los carrileros, un mal endémico y, lo que es peor, con difícil cura desde el banquillo. Pese a disfrutar de un sinfín de oportunidades, ninguno de los hombres puros de banda -Cejudo, Lamah, Annunziata...- están a su mejor nivel. Quizás haya que echar mano de jugadores con otras características -Ibrahima y Nino-, una táctica que tampoco ha dado tan malos resultados.

Sin bandas y sin Raúl García

Con ese importante lastre ofensivo y un Raúl García que acabaría por demostrar que ayer no era su día, Osasuna siguió deambulando por el césped tras el paso por vestuarios. La expulsión del zizurtarra -muy protestada- mermó la esperada capacidad de reacción, atropellada en todo caso, de los encarnados, que se fue acelerando a medida que las manecillas del reloj se aproximaban al minuto 90.

Mendilibar movió banquillo para recomponer la inferioridad numérica, pero esperó demasiado para buscar un fútbol todavía más directo si cabe con un poste arriba. Lekic salió en el 82 y en doce minutos -cuatro de tiempo añadido- el conjunto navarro metió más miedo que en el resto del envite.

Tanto como el que tuvo Ayza Gámez para pitar los dos penaltis que hubo en el área bética. Un empujón de Nelson a Lekic y una clara patada de Iriney a Ibrahima. Pero generalmente la justicia deportiva solo se impone a Osasuna cuando es en su contra y ahora habrá que esperar a ver qué castigo le cae a Raúl García, quien de momento no estará ante el Málaga.