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Patxi Bengoa Militante independentista

Ares, mentiroso

Pregúntate, si en el próximo campeonato europeo tu selección española gana, si la Ertzaintza actuará del mismo modo ante una pelea que suceda en la plaza Corazón de María, mientras aficionados festejan el triunfo en la Casa del Pueblo

Ni accidente, ni desproporción. Tampoco ha sido un abuso policial, ni un incidente; mucho menos un desgraciado y grave suceso. Ha sido un asesinato. Tuve la suerte de no estar presente el día que Iñigo cayó mortalmente herido frente a la peluquería que hay entre tu denostada taberna Kirruli y otro bar donde celebraba la victoria de su Athletic. Porque podría haber sido cualquiera: tú, yo, mi sobrino, un empleado de uno de los bares, tu hija, o el primo del ertzaina que se tapaba los ojos en la rueda de prensa en la que expresabas tu dolor y trasladabas explicaciones imposibles a la opinión pública.

Empezaré por lo fácil: aplaudir tu decisión o la de tus subordinados de no impedir la concentración que los amigos de Iñigo habían convocado y que comunicaron en la comisaría de Zabalburu con dos horas de antelación el pasado lunes. A pesar de ello, cuando la responsable policial salió a hablar con la persona convocante, añadió a su deseo de que «se esclarezcan las cosas», un curioso «tened cuidado, porque vais a sitios peligrosos». Prueba de la lógica paranoide que se ha instalado en el modelo policial del que tú eres el máximo responsable.

Ya el martes, Dani Álvarez por la mañana y José Antonio Pastor por la noche, citaron la misma expresión, «sacar tajada», para referirse a la izquierda abertzale, por pedir tu inmediata dimisión. Obviaban que junto a la portavoz de los amigos de Iñigo, también militantes de la izquierda abertzale acallaron los gritos de dolor para respetar lo pedido por familia y amigos, y atendieron a las dos personas que se desmayaron durante el acto. Sin policía, ni ambulancias. Seguro que todo eso lo habéis visto. Pero tus portavoces prepararon el terreno para que pudieras llamarnos carroñeros.

El martes, en tu comparecencia de dieciséis minutos, citaste desde el principio la taberna fuente de todos los males. Obviaste las declaraciones de una ciudadana de Málaga, a la que no podrás encuadrar en «ambientes radicales». Guardaste un clamoroso silencio sobre las informaciones que ya tenías e intentaste, con poco éxito, sembrar la duda, con indicios como una porra extensible, sobre una pelea y la posibilidad de que Iñigo pudiera estar implicado o ser víctima de la misma, en vez de la brutalidad e impunidad policial. No sabemos ni dónde apareció la porra -¿no lo recuerda el ertzaina que la incautó?-, ni si tenía huellas dactilares, y no hay ADN que pruebe si había sangre de la víctima, o grupo sanguíneo ninguno que valiera para descartarla como indicio. Lo hiciste tan mal, y lograste tan escasa credibilidad, que al día siguiente conseguiste una entrevista en EiTB para arreglarlo. Y forzaste aún más tu comparecencia en la comisión de Justicia e Interior del Parlamento, a petición propia, para no dar la impresión de que acudías obligado por la oposición.

Me recordó la patética comparecencia de Ángel Acebes, intentando culpar a ETA de los atentados de los trenes en Madrid en 2004, afirmando que la dinamita era robada en Francia y que los versos coránicos hallados en una furgoneta podían adquirirse en cualquier gasolinera. Lo que pasa es que a Acebes, Aznar y a Michavila la derecha mediática les aguantó más con la conspiración y el ácido bórico, mientras que el vocero de la derecha en este país, tres horas después de oír tu versión, decidió apartarse para que no le salpicaras, ya que la causa de la muerte era munición de caucho de la Ertzaintza (eufemísticamente llamadas pelotas).

En la comisión parlamentaria afirmas que tú no has creado los protocolos de la Ertzaintza, sino que son los mismos que llevan empleándose desde siempre; dices que vais a redactar cuatro instrucciones para cambiar las cosas; que ya estabais trabajando en cambiar las escopetas por otras que puedan apuntarse; y que se creará un grupo de trabajo. En esa comparecencia queda claro que no vas a dimitir de ninguna de las maneras, y aseguras que se llegará hasta el final caiga quien caiga y pese a quien pese, pero que ese no serás tú.

Has abierto expediente a los agentes, pero se te ha olvidado decir que será informativo, y que aún no hay ningún expediente sancionador que se halla paralizado por el procedimiento penal iniciado. Y el viernes, reunión con los sindicatos policiales, para mantener prietas las filas. Has decidido que el culpable es el material antidisturbios, y a ver si pasando el tiempo las cosas se calman.

En lugar de detener a dos personas la víspera de tu comparecencia, en el colmo de la impostura, por la «pelea que provocó la carga de la Ertzaintza», podías haber detenido a la energía cinética, que es la auténtica asesina de Iñigo. De las cámaras de video con las que controlas la taberna Kirruli, ni una sola imagen subrayada con flechitas en la comparecencia, y eso que son entre veintidós cámaras, según unos medios de comunicación, y ocho, según la policía. Quizás porque veremos ertzainas bajando la persiana de un bar, de modo similar a los que vimos en Rekalde tras desalojar Kukutza (recuerdo muy bien tu sarcástica sonrisa, se parecía a la fotografía de Javier Balza con los pies en la mesa mientras sus chicos nos molían a palos); veremos en qué sentido orientan las escopetas (por cierto, Ares, ¿conoces alguna foto en la que disparen hacia arriba?); o les veremos recoger los casquillos de las escopetas, de los que no dejaron ni rastro, supongo que para que no se les acuse de contaminar.

Los testigos de la actuación afirman que al menos siete disparos golpearon las persianas del bar; nos dices que intervinieron seis escopetas y tres furgonetas, cuando los testigos contaron 14 furgonetas y no menos de veinte disparos ¿Dónde están los cartuchos recogidos?

Tras constatar que toda la gente que pudimos acoger la protegimos en los bares antes de cerrar la puerta, y comprobar su terror; tras ver que quedaron en el suelo, frente a la puerta, quince personas cuya edad media no llegaba a los veinticinco años y no pudieron entrar; tras escuchar la declaración de Ziortza y su valentía; después de que la responsable del local preguntara al mando «¿podemos salir?» y que este respondiera: «por mí sí, pero mis compañeros están muy calientes», ¿cómo, consejero, puedes asumir toda la responsabilidad política y permanecer en el cargo?

Deberías consultar la página web foropolicías (y su significativo silencio en este caso) y leer las bravuconadas de ciertos elementos que hablan de «cazar ciervos» (jóvenes de la izquierda abertzale, o quienes cometen el horrible crimen de tomar un zurito al lado de la taberna Kirruli Kultur Elkartea) y alardean de partirnos la porra en la cabeza, porque da igual si es gas lacrimógeno, munición de caucho o, como Iñaki Castro me dijo una vez, porras de madera de haya del país. A mí lo ocurrido me ha recordado el asesinato de Rosa Zarra; las cargas en el aeropuerto de Hondarribia y en el cementerio de Tolosa; la de la manifestación del 14 de setiembre en Bilbo; la de Santurtzi, en la que el mando decidió dejar pasar a la manifestación porque ya no les quedaba más munición de caucho tras herir a cerca de cincuenta personas; y el robo de partes de lesiones tras apalear a los manifestantes contra el desalojo de Kukutza.

Lo que no sé es cómo no ha pasado antes, y cómo disparando a discreción en un callejón repleto de gente, con una única salida que luego también cerrasteis con policía contra los consejos de vuestras tácticas represivas, solo ha caído Iñigo. Puedes preguntar a los testigos, a la enfermera que le atendió, a las peluqueras, a los vecinos e incluso al cura. O repasar qué ha ocurrido cuando hemos llamado una ambulancia en estos últimos ocho años, porque las dos veces que han acudido (un mareo de una cliente y una agresión a un camarero) jamás ha habido problemas.

Pregúntate, Ares, cuál es la consecuencia lógica de disparar sobre la masa indefensa en un callejón que convertisteis en ratonera. Te dejo los videos de los últimos triunfos del Athletic en los que me ha tocado hacer turno para que te sorprendas de lo que podía haber sucedido en las avalanchas que provocó el pánico. Tratas de hacer filosofía y buscar la «causa no causada», pero deberías repasar el derecho penal: analizar el desvalor de acción, el desvalor de resultado, la autoría y la identificación de los responsables, buscando justicia para Iñigo. También si es un tipo penal doloso, en el que se disparaba a matar (cosa que solo sabrá el autor material del disparo) o un tipo imprudente, donde se asumía el riesgo por varias personas y sus mandos y las consecuencias de la acción, aceptando el posible y más que previsible resultado. Pregúntate también, si en el próximo campeonato europeo tu selección española gana, la Ertzaintza actuará del mismo modo ante una pelea que suceda en la plaza Corazon de María, mientras aficionados festejan el triunfo en la Casa del Pueblo.

Estoy de acuerdo con Pastor en una cosa: no es momento de dimisiones, ahora es el momento de que te cesen de modo fulminante, si es que en el PSE aún manda alguien que no seas tú, Basagoiti o Damborenea. Pero aunque eso no va a ocurrir, no esperes lograr la misma impunidad de Manuel Fraga Iribarne por el 3 de marzo, o el otro Rodolfo, Martín Villa, al afirmar «lo nuestro son errores, lo otro son crímenes». Como afirman las Madres de Mayo: no olvidamos, no perdonamos.

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