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Anjel Ordóñez Periodista

Idiotez y represión, «ad nauseam»

Aunque suene extraño en la pluma de un periodista, la prensa -especialmente si responde al modelo de negocio capitalista en el que, antes que nada y por encima de todo, priman las cuentas de resultados- raramente es reflejo de la realidad que nos rodea. Ya lo dice un viejo axioma de la profesión: «Nunca dejes que la realidad te estropee un buen titular». Pero, en ocasiones, los resortes de la casualidad hacen que en una misma portada podamos encontrar, dispersa como en un puzzle sin resolver, la verdadera sustantividad de la sociedad en la que nos ha tocado en suerte sobrevivir.

La semana pasada leíamos en las primeras páginas el caso del doctor Wiesner, médico británico que utilizó su propio esperma para fecundar a centenares de mujeres en la clínica de inseminación artificial que regentaba. Según cálculos aproximados, podría ser el padre de entre 600 y 1.000 niños y niñas. No hace falta hacer muchos números para llegar a la conclusión de que, en el área geográfica en la que actuó este onanista compulsivo, el volumen de parientes consanguíneos se habrá multiplicado de forma exponencial. Sigo. En la misma portada saltaba otra noticia: «El nieto del Rey de España se dispara con un arma prohibida en el pie». No saquen conclusiones precipitadas sobre Felipe Juan Froilán de Marichalar y Borbón (13 años) porque, más tarde, vendrían las explicaciones de la familia. Decía el hermano del padre, es decir, el tío (por lo menos, que nunca se sabe): «A todos se nos ha escapado un tiro alguna vez». Ahora ya pueden ustedes hacerse una idea.

Dejo para el final la única noticia, de entre las que hoy comento, que nunca hubiera querido leer: la muerte de Iñigo Cabacas como consecuencia de un pelotazo salido del arma de un ertzaina al que un superior (en rango, no en la escala evolutiva) ordenó disparar contra quienes solo celebraban la victoria del Athletic. No me entiendan mal. Ni la familia real desciende de Wiesner, ni Alvaro Marichalar es un ertzaina de gatillo fácil. Pero lo que sí es rigurosamente cierto es que una mezcla fatal de estupidez e inercia represiva ha vuelto a segar la vida de una persona inocente en Euskal Herria. ¿Hasta cuándo?

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