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Maite SOROA | msoroa@gara.net

Analizando el «rictus» del Borbón

Tras unos días intentando justificar lo injustificable, para algunas y algunos las disculpas del rey español han resultado ser un gesto «que le honra», como dijo la presidenta de Madrid; es decir, algo que ha revalorizado la figura del Borbón. Vamos, que al final la cacería ha resultado ser una operación de imagen... «La Razón» continuaba ayer en su labor de desagravio, y ahora resulta que el ministro de Interior «sabía que el Rey estaba donde estaba». Y servidora también, y eso que no sabía dónde estaba.

En la misma página de ese diario, Martín Prieto arremetía en su columna contra quienes han pedido la abdicación del Borbón, pues «sumidos en el fondo de la crisis lo único que faltaba a nuestra imagen es una sucesión dinástica acelerada y completamente innecesaria». Pero si lo que sobra por antidemocrático y caduco no es Juan Carlos de Borbón, que también, sino la institución monárquica.

Y, justo debajo, Valvanuz S. de Amoraga nos deleitaba con un análisis de los gestualidad del monarca mientras pedía disculpas, en el que aseguraba que fue sincero en sus declaraciones, y la razón principal «es que se muestra preocupado, como se refleja en su rictus serio». Una cosa es ser sincero y otra mostrarse preocupado, y es normal que el Borbón lo estuviese al ver que hubo mucha gente que no le rió la campechana gracia de romperse la cadera porque lo hizo en una cacería de elefantes en Botsuana. Es normal que se preocupe cuando atisba algún peligro para su privilegiada situación. Tras melonadas, como que «además realiza un ejercicio de empatía cuando comenta `gracias por vuestro interés al estar aquí tanto tiempo'», decía que «su lenguaje en general refleja culpa y resignación. Al decir que se ha equivocado, mueve la cabeza levemente afirmando lo expresado, lo mismo ocurre cuando niega con la cabeza mientras comenta que no va a volver a suceder». Solo faltaba que hubiera negado con la cabeza al decir que se ha equivocado, y afirmado al decir que no lo volverá a hacer. Un niño de cinco años lo habría hecho mejor y por eso no merecería un análisis de Valvanuz, quien resalta que «su intervención ha sido muy positiva porque al utilizar la 1º persona inconscientemente se involucra y reconoce la culpa». No, si todavía tenía que haber utilizado la segunda persona...

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