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CRíTICA: «Las nieves del Kilimanjaro»

De los discursos de Jaurès, a los poemas de Víctor Hugo

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Mikel INSAUSTI

El sindicalista al que encarna Jean-Pierre Darroussin en «Las nieves del Kilimanjaro» encuentra su doctrina ideológica en los discursos de Jean Jaurès, lo que ha servido para que algunos comentaristas se apresuren a calificar de decimonónico el mensaje contenido en la última película de Robert Guédiguian. Jaurès predicaba la revolución pacífica, algo de lo que de un tiempo a esta parte oigo hablar más que nunca. También abogó por la enseñanza del euskara en 1911, tres años antes de su muerte y, un siglo después, aquella exigencia no ha caído en saco roto.

La otra fuente de pensamiento a la que acude Guédiguian es el poema de Víctor Hugo «Les pauvres gens», que será también muy del XIX, pero sirve para reubicar a los desheredados de la tierra en alguna parte de la misma. Referirse a ellos como gente pobre, sin más, me parece todo un acierto. El ser o sentirse pobre no significa necesariamente el no tener dinero o estar en la calle, sino que expresa la identificación con los explotados. En «Las nieves del Kilimanjaro», la conciencia de clase obrera es sustituida por la actitud solidaria, y para ponerla en práctica no hace falta pertenecer a ninguna organización sindical o movimiento político.

En ese punto vital, el cineasta marsellés coincide con el Ken Loach de «En un mundo libre», por cuanto se produce en la actualidad una proliferación de los desclasados que se enfrentan entre sí a nivel interno. El protagonista ya no puede creer en la unidad de los trabajadores, una vez que un joven desempleado, afectado por el mismo ERE que le ha obligado a prejubilarse, le roba el dinero reunido por sus camaradas para que viaje con su mujer e inicien juntos un merecido descanso. Pero lejos de rendirse, la pareja sigue trabajando en lo que sale, a la vez que acogen a los hermanos menores del ladrón encarcelado, en cuanto conocen que la madre no puede ocuparse de ellos. He aquí una historia real como la vida misma, posible gracias a que todavía quedan personas humildes dispuestas a ayudar a los hijos del infortunio.

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