José Luis Orella Unzué Catedrático senior de Universidad
Tecnología, emigración y referentes de la Historia
El Mobile World Congress de Barcelona recientemente celebrado en la ciudad condal nos ha interpelado a todos los ciudadanos por la sencilla razón de que los jóvenes y adultos del mundo occidental y aun de países en vías de desarrollo no podemos menos de llevar en el bolsillo el núcleo de la vida digital en forma de tableta o móvil. En esta misma dirección se proyecta el III Congreso Ciudadanía Digital que se celebrará en Donostia la semana que viene.
Estas masas nimileuristas carentes de trabajo no tendrán flow suficiente pero no les falta en su bolsillo la mejor tecnología disponible. Ya no es el dinero sino las herramientas informáticas las que marcan los estilos de vida. Saben que las más profundas transformaciones educativas, empresariales, sociales y políticas derivan del uso de las nuevas tecnologías.
El empuje de los países en vías de desarrollo no puede prescindir del techo de los teléfonos inteligentes. Sí, teléfonos inteligentes con pantalla panorámica multitáctil que además de la contestación de las llamadas han incorporado novedosas funciones como el mando a distancia de los videojuegos, la reproducción de música por Bluetooh, o la cubrición de servicios financieros móviles o de atención sanitaria.
Esta nueva ciudadanía digital ha incidido en varios retos como el social de la emigración y el científico de la concepción histórica.
Dentro de la emigración hay dos niveles radicalmente distintos. El primero es el personal. Las redes sociales como Facebook o Tuenti tienen como función la conexión entre personas. El centro de la actividad de estas redes es el de entablar relaciones. De esta manera las TIC han superado no solo las funciones económicas y laborales de la inmigración abocando una presencia continua y masiva de los llegados, sino que han roto las fronteras sociales, políticas y laborales de los estados. Al interlocutor al otro lado del Facebook no se le trata como al inmigrante, ni con indiferencia, ni mucho menos con odio, sino que se le busca y se le confían los sentimientos y aun los secretos. En los medios digitales de comunicación no hay una gradación de derechos primarios en los autóctonos y secundarios en los recién conectados. La igualdad impera. Se superan las diferencias culturales, religiosas, nacionales y aun de idioma. Esta igualdad ha sido fruto de la revolución de los medios caracterizada por una interactividad y protagonismo del usuario cercano o lejano, nacional o emigrante, al que se le conceden de forma total aplicaciones sociales y participativas.
Pero a nivel estatal las leyes de los estados han permitido la creación de redes sociales. Los estados permiten cubrir los fines de estas redes sociales y entre estos el compartir objetos (videos en YouTube, fotos en Flickr, documentos y presentaciones en Slideshare, relaciones profesionales en Linkedin, relaciones educativas en Edu 2.0). Pero siempre esta transparencia global cae bajo una vigilancia institucional, ya sea en razón de temas vidriosos como la pornografía, ya sea en asuntos considerados secretos de estado. En este sentido se sitúan los alambiques que se quisieron imponer a Wikileaks.
La diferencia entre ambos niveles personal y estatal es muy notable y significativa. Así, en el ámbito personal se permite la porosidad en las relaciones entre el trabajo y la vida personal con posibilidad de filtraciones de aspectos privados y aun íntimos en el espacio público de Internet y más actualmente en los ordenadores y en las tabletas. Sin embargo, en el ámbito institucional en la misma medida que va aminorándose y estrechándose el campo de la intimidad y de la privacidad entre las personas se muestra una oposición frontal de las instituciones y de los estados que cierran con alambicadas fronteras y protegen la vulnerabilidad digital de gobiernos, empresas y ciudadanos, de modo que atribuyen las informaciones transmitidas sobre sus actividades a efecto de la piratería informática por ejemplo del grupo Anonymous. Y esta misma oposición y control ponen en práctica los estados cuando se trata del trasvase personal de los emigrantes.
Por otra parte, las nuevas tecnologías han cambiado los paradigmas del estudioso en la acepción de la historia. En efecto, las nuevas tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC) han originado la tecnosocialidad que acepta las tecnologías de la comunicación no como instrumentos o herramientas, sino como condiciones de las nuevas maneras de ser, de los nuevos valores y, sobre todo, del profundo cambio de captación del hecho histórico por haber variado radicalmente tanto el tiempo como el espacio. En las TIC no existe el espacio y el tiempo al uso. Es decir, el sector de las nuevas tecnologías no solo ha cambiado radicalmente los hábitos sociales y los estilos de vida de los ciudadanos sino que ha roto los referentes del espacio y del tiempo por lo que indirectamente nos ha puesto ante las cuerdas a los propios historiadores.
Porque la historia se asienta en la distinción y utilización científica de los acontecimientos y de los sucesos. Los acontecimientos como hechos puntuales marcaban con precisión un espacio y un tiempo. Mientras que los sucesos valoraban con un punto de subjetividad la objetividad «cosística» de los acontecimientos.
Las TIC nos han deformado los acontecimientos en cuanto han trastocado de forma genérica las coordenadas geoespaciales y nos han transformado la valoración del espacio y del tiempo. A resultas de estos cambios tan profundos en los acontecimientos, también los sucesos como valoración subjetiva de la objetividad de los acontecimientos se han dislocado.
Las TIC nos obliga a los historiadores a poner en tela de juicio los determinantes históricos de espacio y tiempo que teníamos como inamovibles. Estos conceptos eran válidos para los sucesos de tres dimensiones pero no para ciudadanos digitales ni para la sociedad de la información que goza de otras acepciones fácticas de espacio y tiempo. Ya no se puede hacer historia de los pueblos, las naciones o los estados sino que habrá que hacer historia de la sociedad global sumida en una revolución tecnológica.
En conclusión, la democracia digital como innovación tecnológica ha hecho explotar y saltar por los aires los canales reglados de la emigración y ha vaciado de contenido al espacio y al tiempo como referentes de la ciencia histórica.
La libre circulación de información ha desbordado y explosionado las fronteras que impedían la emigración. Las TIC proporcionan mayor participación democrática, emancipación individual y emparejamientos inusitados de vida asociativa. Las nuevas técnicas nos han forzado a transformar los contextos sociales, a aceptar los corrimientos ideológicos, a admitir la estructuración de diferentes modos de poder y a globalizar sus resultados.
Pero a pesar de valorar la profunda incidencia de los medios en la emigración y en el nuevo aprendizaje de la historia, sin embargo, la libre circulación de bienes, ideas y personas de una sana emigración no se ha realizado con las nuevas técnicas. Por otra parte, los sucesos históricos para su conformación científica necesitan de una toma de posición subjetiva que no ha quedado incrementada por la globalización pues esta no proporciona mayor objetividad por depender del espacio abierto de Internet.
La globalización no ha igualado las asimetrías culturales, económicas, sociales o ideológicas. Y esto sin aludir a las jerarquías estructurales de las grandes corporaciones y de las leyes estatales que canalizan por necesidad la autocensura en los nativos digitales ya que por imperativos estructurales y económicos las redes no son neutrales sino que encauzan y guían nuestras ideologías en un marco establecido de antemano.
En una palabra, las nuevas tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC) no han resuelto el tema de la emigración de bienes y de personas y a los historiadores nos han enturbiado y complicado los referentes científicos de nuestra ciencia como son el uso del espacio y del tiempo.
Con los medios ha cambiado la realidad del espacio y del tiempo que se ha conformado de forma diferente en razón de un espacio global y un tiempo de inmediatez.
Los medios crean nuevos contactos y estos generan nuevas relaciones. La personalidad tanto individual como social se fragua con las relaciones que crean sentimientos de pertenencia. Al incluir los medios en estas últimas generaciones se han transformado los contactos, las relaciones, los sentimientos y las pertenencias dando como resultado unas personalidades individuales y sociales radicalmente diferentes de las conformadas en la generación anterior en las que los contactos y las relaciones eran muy limitadas a los medios del momento que eran los viajes y las visitas geográficas, el contacto epistolar y el teléfono.