No hace falta que acabe la temporada para que Mendilibar, como Guardiola en la víspera de los partidos contra el Real Madrid y el Chelsea, pueda decir eso de que «tengo la sensación de que ya hemos ganado». Porque una victoria indudable es que la salvación se haya producido siete jornadas antes, algo casi inédito en la trayectoria del club. También lo es que se vaya a alcanzar la segunda mejor puntuación de esta última racha en Primera División, únicamente por detrás de aquellos estratosféricos 68 puntos de Javier Aguirre en 2006. Y como triunfo hay que valorar también que la afición solo tres veces haya salido de El Sadar con la amarga sensación de una derrota: Atlético de Madrid, Racing y Real Madrid.

Pero la gran victoria que deja la temporada rojilla va mucho más allá que los resultados y es también mucho más difícil de conseguir. En estos nueve meses Mendilibar se ha inventado un nuevo equipo que garantiza la sucesión. Ha salvado la temporada pero, sobre todo, ha dejado la base para las que vienen. Es la diferencia entre trabajar con alguien que piensa en el largo plazo, precisamente porque él también piensa en quedarse, a hacerlo con un entrenador como Camacho, que solo busca salvar el corto plazo -y su caché- mientras espera mejores ofertas.

Solo con los jugadores que ha hecho debutar, o casi debutar, el de Zaldibar esta temporada y con las buenas prestaciones dadas por los cedidos a equipos de Segunda se puede configurar todo un once inicial. Apunten, Andrés Fernández; Etxaide, Oier, Satrustegi, Marcos; Timor, Rúper, Raúl Loe, Hermosa; Roberto Torres y Onwu. Seguramente no todos harán historia en este club, incluso es probable que algunos no aparezcan más, pero sí aportan la base para que Osasuna siga siendo un equipo de casa y de paso pueda invertir lo poco que le sobra en el plus de calidad que se requiere para seguir en Primera.