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Ni pasillo, ni alfombra roja en San Mamés

Aquí, campeón solo hay uno

Un once rojiblanco inédito y con sensibles bajas no pudo con la pegada de un Madrid ni con el pésimo arbitraje en contra, en un partido en el que a pesar de la losa del marcador, los leones nunca le perdieron la cara, aupados por una afición volcada con ellos hasta el final.

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ATHLETIC 0

REAL MADRID 3

Joseba VIVANCO

«El fútbol me recuerda viejos e intensos amores, porque en ningún otro lugar como en el estadio se puede querer u odiar tanto a alguien». Las palabras de la escritora francesa Francoise Sagan encierran, sin quererlo, lo que es un clásico Athletic-Real Madrid. Como el de anoche. Aliento al equipo propio cuando las cosas van mal, agresividad hacia el rival en cada lance. Un penalti detenido, otro escamoteado, tres largueros -dos para los locales-, intensidad, derroche físico, tarjetas, una expulsión injusta, goles, derrota, victoria que refrenda un título... incluso cachondeo final en la grada pidiendo penaltis contra los suyos o entonando ¡uys! con los fallos de Ronaldo. Y como colofón, un arbitraje de vergüenza sin el que los de Mourinho hubieran salido igualmente victoriosos, pero que solo sirve para agrandar aun más la leyenda del «¡así, así, así gana el Madrid!».

Un clásico, eso sí, deslavazado, y es que los rojiblancos no solo notaron las bajas -hasta cinco titulares al final-, sino el mal hacer de un colegiado al que estos partidos le quedan grandes. «No son árbitros, son ladrones de sueños», tituló alguien una vez. No le hacen falta a este Madrid estas palmadas arbitrales para sacar adelante un choque como el de ayer, en el que le bastó con adelantarse en el marcador en una contra, agazaparse atrás y golpear con cada nuevo robo de balón. Es su estilo y así le jugó a un Athletic que, a su favor, está el no haberle perdido la cara al marcador en ningún momento.

Lástima de partido con tantos peros, tantos condicionantes. Si ya de por sí Marcelo Bielsa se vio forzado a hacer equilibrios para armar su once inicial, el argentino sorprendió dejando a Iraola en la banqueta para que Javi Martínez taponara a Ronaldo y el rizo se rizó cuando Muniain sufrió unos problemas musculares durante el calentamiento previo y Toquero ocupó su lugar. Un once desconocido, cojo, sin piezas fundamentales para que este reloj, que se vio arrollado de inicio por un Madrid que parecían los hunos de Atila. En apenas un minuto Iraizoz salió a los pies de Higuaín y despejó un trallazo de Coentrao.

Trepidante arranque, sin tregua, con los blancos asfixiando a la zaga local, con Bielsa sobre el césped, aunque el mérito de los rojiblancos fue meterse rápido en el partido y dejarse intimidar lo justo. El flojo cabezazo de Susaeta a las manos de Casillas lo refrendaba. Incluso los leones y la grada se vinieron arriba cuando Iraizoz detuvo un penalti a Ronaldo, por manos de Javi Martínez, en lo que es la tercera pena máxima que el navarro detiene de 32 recibidas.

San Mamés lo celebró como un gol a favor. Era el minuto 12. Apenas cuatro después, San José yerra en una salida de balón en campo madridista, Bielsa jura en hebreo y Ronaldo monta la contra; control, atrae una defensa mal basculada, cambia a Özil, este cede por dentro a Higuaín, que remacha. No se arrugó el Athletic que insistió por el agujero de la banda izquierda de los blancos y en una de esas jugadas, mano en el área de Khedira que un pésimo Teixeira Vitienes no ve. «¡Así, así, así gana el Madrid!», atruena La Catedral. Y sin tiempo para digerir el `robo', mala elección de Iñigo Pérez en un balón largo, roba el Madrid, nueva contra de Ronaldo que culmina Özil. ¿Sopapo? Nada de eso. Los merengues se replegaron, esperando los fallos en la circulación de balón del Athletic, y los leones encontraron su juego, sobre todo en las combinaciones de Javi Martínez y Susaeta, acompañados de las caídas a banda de Toquero.

La mejor ocasión, una falta botada por Iñigo Pérez que Casillas repelió e Ibai Gómez empaló desde fuera del área al larguero. Palo por palo, porque a renglón seguido, Özil estrelló otra pelota en el larguero de Iraizoz. Frenético final de la primera mitad y demasiada losa en el marcador.

Cuarenta y cinco minutos por delante en el que el arbitraje siguió siendo pésimo, donde Javi Martínez fue expulsado por una segunda amarilla muy rigurosa, y el Madrid mató el partido y certificó su título con un tercer gol de Ronaldo al rematar un córner. Un segundo tiempo donde el Athletic quiso, pero no pudo, donde se dejó hasta el último aliento, siempre aupado por una grada entregada, pero en el que solo logró estrellar otro balón en el travesaño, a cargo de De Marcos.

Hubo más crispación y rabia contenida que fútbol, con un San Mamés entregado a su equipo, que entonó repetidamente el consabido «Athletic, ni Barça, ni Madrid», que coreó el «tonto, tonto» a un Ronaldo maleducado, que cantó «¡Athletic, Athletic!» cuando los blancos festejaban el título sobre el césped, que abucheó el manteo a Mourinho por parte de sus jugadores, y que despidió con gritos de «fuera, fuera» a los madrileños cuando desfilaban hacia el vestuario. No hubo pasillo en San Mamés y menos alfrombra roja. En la Catedral solo hay sitio para un campeón.

Fue una mezcla de impotencia por lo vivido, de película ya vista por estos pagos, quizá no tanto por un resultado merecido e inapelable, pero sí por cómo se desarrolló el encuentro y por aquellos lodos coperos que trajeron estos barros. Ahora, toca recuperar, sortear lo mejor posible la despedida liguera en San Mamés este sábado y pensar ya solo en traer un título o dos a casa. Borrón y cuenta nueva. Lo mejor está por venir.

Ganó el Barça, pero hubo alirón

El Barcelona se quedó sin opciones para llevarse la Liga, pero al menos logró una victoria en el Camp Nou ante el Málaga (4-1). Messi fue el gran protagonista al anotar un nuevo «hat-trick» (dos de penalti). Además, con 68 goles en lo que va de temporada, el argentino se convirtió en el máximo goleador en una campaña en toda la historia del fútbol europeo al superar los 67 del alemán Torpedo Müller en la 1972-73.

Puyol adelantó al equipo blaugrana en el minuto 13 al rematar a las mallas un buen pase de Andrés Iniesta. Poco después, el venezolano Rondón puso las tablas en el marcador, pero dos penaltis transformados por Messi pusieron por delante al Barça. El argentino se convirtió en leyenda en el minuto 64, al anotar el cuarto y definitivo gol del equipo catalán.

En los demás partidos de la jornada de ayer, el Zaragoza siguió su camino hacia la salvación al ganar 1-0 al Levante, mientras que el Rayo se complicó la permanencia al perder en Mallorca por la mínima. Mención especial se merece el vizcaino Beñat, que, con sus dos goles, dio la victoria al Betis en el derbi ante el Sevilla, que dice casi adiós a Europa. Imanol CARRILLO

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