Un periodista argentino bromeaba acerca de la revolución islandesa asegurando que el pequeño país nórdico es tan educado que unas cuantas cacerolas bastaron para tumbar un Gobierno porque este no había visto una protesta en su vida. Al margen de estereotipos, lo cierto es que Islandia no registró expresiones de descontento desde la II Guerra Mundial hasta el invierno de 2009. Pero costó hacer dimitir al Ejecutivo. Eso lo sabe bien Hordur Torfasson, que lideró el movimiento Voces del Pueblo hasta hacer caer al conservador Geir H. Haarde. También logró otro hito: sentarle en el banquillo por delitos económicos de imprevisión ante la crisis. Un juez ha terminado desestimando tres de las cuatro causas por las que pedían dos años de cárcel. Los manifestantes quisieron hacerle responsable de las consecuencias de la crisis. Pero solo ha sido condenado por no llamar a sus ministros ante los indicios del «crash». Es decir, por no hacer nada. Sin embargo, Torfassen destaca que es un primer paso. Y confía en una nueva Constitución como fórmula para vehicular el descontento en Islandia.

El juez no ha condenado al exprimer ministro Geir H. Haarde en tres da las cuatro causas que le imputaba. ¿Decepcionado?

Por una parte, es una victoria, porque es inusual lograr que el exprimer ministro pueda ser juzgado por cuestiones tan serias. Para nosotros es un pequeño paso. Para la gente que luchamos por cambiar el sistema y que sea mejor, es una pequeña victoria. Estoy de acuerdo en que pedíamos algo más, pero es un pequeño paso. Tamp0co estoy contento. Además, no paro de recordar cómo el primer ministro tuvo la oportunidad de presentar algún tipo de humildad o pedir disculpas. No lo hizo. Fue arrogante, nos trató como si no fuésemos nada. Mucha gente se alteró por la forma en la que él habló, porque parecía que no hubiese hecho nada malo. Él y su corte son como fascistas, que creen que pueden hacer lo que quieran.

Al menos, los jueces reconocen que no puso en marcha ninguna medida contra la crisis a pesar de los indicios.

No hizo nada. Solo dejó que ocurriese. No sabemos por qué. Es una situación extraña que tomará tiempo comprenderla. Tuvo los signos de un «crash» bancario durante años. Tenía que haber convocado reuniones pero, en su lugar, no hizo nada. Ahora intenta vender que no era culpable, pero eso no le exculpa. No ha sido sentenciado. Pero una persona culpable es una persona culpable. Con el tiempo vamos a ir viendo a qué ha sido condenado. Él dice que es inocente, pero no lo es. Durante todo ese tiempo probó que fue un líder terrible.

¿La pertenencia de los jueces a la misma élite que políticos o banqueros ha podido influir en la sentencia?

En el futuro, cuando lleven a la élite financiera ante los tribunales, tendrán que alejarse ellos también. Aquí existía un tráfico de influencias, incluso entre familiares, dentro del sistema judicial. El Gobierno actual ha aprobado una nueva norma para tratar de ponerle freno. Es cierto que, actualmente, sigue existiendo la corrupción en todos los ámbitos. Y por eso creo que es tan importante lograr una nueva Constitución. Con ella podremos librarnos de esa gente. Porque con lo que estamos tratando es con ese ente que se creó desde que los líderes financieros y los políticos se convirtieron en lo mismo. Los poderes económicos se hicieron con nuestra democracia.

Siempre ha hecho mención a la arrogancia con la que las élites políticas trataron a los manifestantes hasta el momento de renunciar. El hecho de haber sentado al primer ministro en el banquillo, ¿marca un antes y un después?

La gente ha perdido todo su respeto el ex primer ministro; si es que lo tenía. Había quienes todavía simpatizaban con él, pero eso se ha destruido por completo para la mayoría. Quiero más y más políticos de la élite obligados a responder ante las preguntas del público. Mucha gente percibe con incredulidad cómo existen tantas personas que ven a una persona blanca, bien vestida, y se cree todas sus palabras. Es increíble cómo tanta gente cree estas mentiras. Lo que ocurrió esta semana en Islandia destruye este sueño. Nuestra sociedad crea el estereotipo de criminal y sorprende comprobar cómo muchos tienen dificultades para asociar la criminalidad con esta gente bien vestida, que ha sido educada para hablar bien, que saben venderse, pero que son verdaderos ladrones.

Después de tres años, ¿qué logros se han conseguido?

Muchas cosas. Por ejemplo, poner ante la Justicia al anterior primer ministro. También, crear un grupo especializado en crímenes financieros. Son 80 o 90 personas que trabajan día y noche desde 2009. También se han impuesto medidas de control para la judicatura. Finalmente, no podemos olvidar que tumbamos el Gobierno y nos pusimos en el camino de una nueva Constitución. No esperamos lograr esto gratis, sin luchar. Tenemos que seguir luchando. Y seguiremos.

Se dice que el FMI sigue interviniendo en los asuntos internos de Islandia.

Por supuesto que lo intentan. Pero hay que recordar que este es un pequeño país, por lo que no creo que sea fácil de lidiar.

¿Cuáles son los retos de cara al futuro?

Tenemos un año hasta las próximas elecciones. Y quiero defender y vivir en una democracia, ya que nos ha sido arrebatada por las élites financieras. Nuestra democracia, nuestras vidas, han sido devoradas. Y debemos regresar poniendo a gente nueva. Es clave no permitir que la derecha vuelva al poder. Siempre habrá gente estúpida que les vota. La derecha fue la que mantuvo esta ilusión. No les podemos dejar.