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Josu MONTERO Escritor y crítico

Lujo

De Marco Craso a Carlos Slim pasando por Rockefeller, Bill Gates o Amancio Ortega. Son los tíos Gilito de carne y hueso. Como el excéntrico pato, ellos también se han zambullido en brillantes piscinas rebosantes de monedas. Ellos también han destinado una microínfima parte de sus capitales a fundaciones de caridad que desgravan y les hace aparecer como solidarias almas puras. No sé si se han fijado ustedes pero de forma paralela al desarrollo de esta crisis se ha ido produciendo un significativo aumento de suplementos de prensa y de revistas dedicados a algo eufemísticamente denominado: estilo, moda, glamour, fashion... Esto es, al lujo mondo y lirondo. La facturación de artículos de lujo crece al mismo ritmo que el paro y la exclusión social: 4.500 millones de facturación en 2011. Como la energía, el dinero no se crea ni se destruye, solamente cambia de manos. «Los que tienen y los que no tienen» (Alianza), de Branco Milanovic, nos ilustra acerca de los diferentes tipos de desigualdad económica con expresivos ejemplos extraídos de la historia y de la literatura. El gran clásico del liberalismo, Adam Smith, definía la riqueza como la cantidad de trabajo ajeno que una persona puede comprar. Pero a través del trabajo se compran también voluntades, silencios, estatus, prebendas, vidas. Los artistas saben mucho de estas compras; de hecho su rol social parece haber acabado siendo el del bufón de la corte; eso sí, un poco impertinente para salvar las apariencias, pero inofensivo y dispuesto a lamer la mano que le da de comer. En la entrega de los Max, el director del premiado Festival Temporada Alta de Girona habló claro: «El poder espera que el arte cumpla el miserable papel de orquesta del Titanic tocando mientras todo se hunde: amenizar el desastre». Un lujo.