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CRíTICA: «Seis puntos sobre Emma»

Ojos que no ven, corazón que sí siente

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Mikel INSAUSTI

La desdramatización de las discapacidades en la literatura y el cine en castellano ha sido cosa de Albert Espinosa, conocedor del tema en primera persona por sufrir una minusvalía. El catalán ha abierto camino a otros, como al canario Roberto Pérez Toledo, quien cuenta con la ventaja de no tener que partir desde cero a la hora de drigir desde una silla de ruedas. En su ópera prima, «Seis puntos sobre Emma», quiere lanzar un claro mensaje: las limitaciones físicas no deben impedir el normal desarrollo de la capacidad emocional.

La advertencia general se concreta en la persona de una joven invidente, la cual intenta basar su autoafirmación personal en el hecho de llegar a sentirse plenamente realizada como mujer, concibiendo un hijo. Tras una relación de pareja nada fructífera, en el sentido más literal de la palabra, llega a la conclusión de que no necesita compartir su vida con ningún hombre para cumplir su objetivo de tener descendencia. Toda esa aparente seguridad se viene abajo, cuando se enamora del psicólogo que la deja embarada, y que es quien dirige la terapia de grupo para discapacitados a la que acude regularmente la protagonista.

Verónica Echegui borda la caracterización de mujer ciega, en la que es su interpretación más madura y convincente hasta la fecha. Tanto en cuanto su trabajo es más físico que en otras ocasiones, y las escenas de sexo explícito aparecen como una prolongación de la necesidad de contacto del personaje, dependiente de sus manos y de su cuerpo para identificar a los demás. Ella nunca pierde los papeles, siendo la trama la que se enmaraña más de la cuenta por culpa de la intervención melodramática de terceros. También a cuenta de un cierto abuso de los chistes sobre sordos, mudos, ciegos y demás. Aún así, la estructura narrativa resulta bastante sólida, gracias a la división en seis capítulos de acuerdo con el enunciado numérico del título. En él se establece el vínculo vital entre Emma y el lenguaje braille mediante el cual se comunica y se expresa por escrito. Su senbilidad va de las yemas de los dedos a un corazón igualmente afectado por una ceguera de las emociones.

 

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