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Koldo CAMPOS Escritor

El cuento de la justicia

Había una vez un ministro de Justicia llamado López Aguilar que, para evitar que los presos vascos recobraran la libertad, así hubieran cumplido sus condenas, y mejor calzar la ley con su criterio, decidió que se les «construyeran nuevas imputaciones».

Había una vez otro ministro de Justicia llamado Fernández Bermejo que, para distraerse, sin discreción ni licencia, se iba de caza a matar animales junto a otros honorables jueces, como Garzón, versados en monterías.

Había una vez un presidente del Tribunal Supremo llamado Carlos Dívar que los jueves, cuando se aburría, iniciaba su «semana caribeña» en Marbella a donde trasladaba su agenda de reposo, sus siete guardaespaldas, sus coches oficiales, sus más íntimas cenas, a costa del Estado.

Pues bien, este no es el cuento que prometí en el título sino la crónica diaria de una justicia que castiga la opinión con la cárcel y amnistía fraudes, banqueros y duques; la insoportable agonía de un monarca que, desde que se lo permiten sus safaris, pronuncia frases tan elocuentes como: «La Justicia es igual para todos».

Este no es el cuento que quería contarles sino la historia de un país que se desploma y al que le deseo suerte y, sobre todo, que no salpique.

El único posible relato que nos queda es el que estamos escribiendo y que, no importa los oráculos mientan que es un cuento, habremos de convertir en nuestra historia, sin brujos entogados ni coronados necios. Si acaso, en esa historia habrá una niña, una puerta abierta, un viejo árbol, un abrazo en la calle, una mesa común y una mano fraterna.