Reestructuración del sector financiero
Otro paso más en una estrategia errónea
Isidro ESNAOLA Economista
Al hilo de la intervención del Gobierno de Rajoy en Bankia, eso sí, a petición del nuevo administrador del banco, que para estas cosas de las nacionalizaciones en el PP son muy exquisitos, el Gobierno ha preparado un nuevo decreto para reestructurar el sistema bancario español, apenas tres meses después del aprobado por ese mismo Gobierno para solucionar de una vez por todas los problemas del sistema financiero español. Enésimo intento y lo que te rondaré morena.
El nuevo decreto obliga a todos los bancos a hacer nuevas provisiones para cubrir todos los créditos relacionados con la construcción y promoción inmobiliaria, tanto si están cumpliendo con los plazos y pagando religiosamente, como si no es el caso, porque, al parecer, los bancos estaban haciendo trampas y no declaraban todos los créditos morosos. Además, obliga a los bancos a crear sociedades para vender las viviendas, las promociones a medio hacer y el suelo que tengan en su balance a un ritmo de al menos un 5% anual. Sin embargo, no les exige bajar la valoración de esas viviendas y el suelo. Y sin descuento, las pérdidas escondidas en los libros de cuentas van a seguir sin salir a la luz. Una vez más se apuesta por aguantar, lo que sugiere tres reflexiones.
Mucho se ha hablado de la trastienda en la que se ha tomado la decisión de nacionalizar Bankia, que si el Gobernador del Banco Central Europeo, que si otros altos cargos de la Unión Europea, etc. Es posible que se haya presionado desde diferentes instancias internacionales para reconducir la situación, pero lo cierto es que si nos fijamos un poco, la mayoría de estas decisiones drásticas se suelen tomar después de que los dos grandes bancos españoles, Santander y BBVA, hayan recibido un buen correctivo en bolsa. Este mes de abril, por ejemplo, ambos bancos han sufrido importantes pérdidas, así como el resto de empresas cotizadas, y cuando han llegado a la conclusión de que no podían aguantar más, han llamado al Gobierno para que tomara medidas drásticas con Bankia y metiera en cintura al resto de la banca. Y eso ha hecho el Gobierno. A día de hoy, y con los datos del 31 de diciembre del año pasado, los únicos bancos que podrían cumplir el nuevo decreto del Gobierno con cargo a sus beneficios son precisamente los dos grandes ¡Qué casualidad!
Tampoco es casualidad que solo se hable del crédito inmobiliario, aunque no es ese el único problema de los bancos. No podemos olvidar que en su momento dieron grandes créditos para comprar acciones, entre ellos por ejemplo a Florentino Pérez para que comprara «Iberdrolas», que no van a poder recuperar; y lo que es peor, a día de hoy esas acciones que son la garantía de los créditos no valen lo que se pagaron por ellas con lo que alguien se tendrá que apuntar unas cuantiosas pérdidas. Lo que ocurre es que este tema toca de lleno especialmente a los grandes bancos y, como son ellos los que diseñan la política, tampoco se van a echar piedras a su propio tejado.
La segunda reflexión tiene que ver con las previsiones económicas de primavera de la Comisión Europea que también se hicieron públicas el pasado viernes. Según los cálculos de la Comisión, la economía española reducirá su tamaño un 1,8% este año, es decir, alrededor de 18.000 millones de euros, y un 0,3% el año que viene, esto es, aproximadamente otros 3.000 millones más en el 2013. La riqueza de un país puede aumentar o disminuir, sin embargo, las deudas siempre aumentan siguiendo las leyes del tipo de interés compuesto. Por lo tanto, la única manera por la que un país o una comunidad puede reducir sus deudas es que su riqueza crezca en un porcentaje mayor que el tipo de interés de sus deudas. Cosa que en este momento no ocurre; es más, las previsiones son más bien las contrarias. Por lo tanto, por mucho decreto que se apruebe mientras no haya crecimiento económico, los bancos no van a poder solucionar el problema de las deudas; y mientras haya que devolver las deudas, no habrá crecimiento; la pescadilla que se muerde la cola.
Todo esto nos conduce a cuestionar la estrategia de gestión de la crisis pergeñada por los dos grandes bancos antes mencionados. Pensaron, creyeron o desearon, lo mismo da, al final apostaron por que la crisis fuera corta, con una cierta pero breve caída de la riqueza, a la que a continuación seguiría un nuevo crecimiento de la economía. Y como ya sabemos, si la economía crece, se crea riqueza y las deudas se pueden devolver. En ese plan pusieron todas sus esperanzas retrasando la ejecución de las medidas necesarias para sanear la economía; ¿Para qué tomar medidas traumáticas si todo se arreglará en cuanto la economía empiece a crecer? Los famosos brotes verdes. Como tantas veces ocurre en economía, los deseos no se han cumplido. La economía vuelve a caer y ahora no hay más remedio que liquidar todo aquello que no se saneó en su momento. Ha llegado el momento de finiquitar todas las inversiones especulativas en ladrillo, en acciones o en lo que sea.
Ahora bien, depende de cómo se haga esta liquidación, los costes serán diferentes, tanto para los bancos y empresas implicados, como para el Estado. De momento, la estrategia errónea seguida por el Estado hasta ahora ya le ha costado 19.300 millones que se ha gastado en compras, 14.300 millones en ayudas directas del FROB y 400 millones más de pérdidas de Cajasur que asumió el Estado antes de cedérsela a BBK. Unos 34.000 millones. Y todo esto sin contar los avales. Difícil es saber qué parte recuperará, pero parece que no será gran cosa viendo cómo van las subastas de las cajas intervenidas: se está pagando simbólicamente un euro por ellas.
El decreto aprobado el pasado viernes en el apartado 5 de su artículo 3 abre la puerta al establecimiento de instrumentos de apoyo financiero para las sociedades que deben vender todo lo relacionado con el ladrillo que tienen los bancos. Además de las líneas de apoyo ya existentes para la banca, otra para ayudarles a deshacerse de las viviendas y los terrenos. Esto está cogiendo cada vez más parecido a lo que ocurrió en Irlanda, donde fue el Estado el que terminó haciéndose cargo de todas las deudas de la banca.