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ANÁLISIS | MOVIMIENTOS Y MANIOBRAS EN CHINA

Los «incidentes sociales» planean sobre el congreso del PCCh

La política doméstica está agitada en China, aunque también ha influido en el panorama internacional. Con la vista puesta en el XVIII Congreso del PCCh en otoño, 2012 ha arrancado con conflictos que en ocasiones han salpicado a las siempre complejas relaciones entre Beijing y Washington.

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Txente REKONDO Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN)

El pasado año acabó con las protestas en Wukan, en la provincia de Guangdon, como protagonistas. Una ciudad «armónica y próspera» fue escenario de protestas contra la confiscación de tierras por parte de las autoridades locales que pusieron de manifiesto dos problemas que afectan a buena parte de las zonas rurales de China: la corrupción y la propiedad de la tierra.

El «alzamiento de diciembre» y el «cerco» de la ciudad llevaron a los vecinos a apelar a Beijing para que pusiera fin conflicto y a los abusos de poder y la corrupción, y el Gobierno chino accedió a convocar elecciones en febrero.

La organización de base local para frenar a unos dirigentes corruptos, el eco mediático, también internacional, y la cercanía de Hong Kong contribuyeron al desenlace del conflicto. Pero conviene resaltar que lejos de plantear un cambio profundo del sistema político, la población pedía corregir una situación injusta, sin cuestionar la legitimidad del Partido Comunista de China (PCCh).

Los conflictos o «incidentes sociales» son habituales en China. Según fuentes oficiales, en 2011 tuvieron lugar cerca de 200.000, la mayoría relacionados con expropiaciones de tierras, cuestiones laborales y protestas por el deterioro medioambiental.

En marzo estalló el «escándalo Bo Xilai», que adquirió tintes de novela negra, aunque había aflorado en febrero, cuando Wang Lijun, mano derecha de Bo y jefe de Policía de Chongqing, buscó refugio en el consulado de EEUU llevando con él «material secreto» que podía preocupar a Beijing.

Días después se implicó a Gu Kailai, esposa de Bo, en la muerte de un empresario británico relacionado con los servicios secretos de su país. Las autoridades acusaron a Gu de maniobrar para matarle por desavenencias empresariales. Bo es obligado a dimitir, poniendo fin a una carrera política que parecía de largo recorrido.

Las especulaciones no han cesado. Algunos señalan que es un intento de Beijing para acabar con un político que podría aglutinar el apoyo de los sectores progresistas del PCCh, ya que la mayoría de sus últimas crisis internas han sido por presiones de sectores de izquierda, de ahí la «prudencia» de los dirigentes de no acelerar mucho las reformas.

Hay quien apunta a una lucha entre los modelos Chongqing y Guangdong que habría llevado a la dirección del PCCh a acabar con la disputa cortando cualquier avance del primero. Durante años, Chongqing, el municipio más grande de China, ha impulsado un modelo que prima el papel del Estado en la economía, poniendo los principales recursos al servicio de la salud, la vivienda, las pensiones y la educación, y desarrollando políticas de defensa de los servicios públicos y el programa pionero «tránsito del campo a la ciudad». Por contra, Guangdong, «zona económica especial» pionera, ha apostado siempre por un desarrollo acelerado de las reformas, lo que le ha convertido en foco de numerosas protestas obreras.

También se dice que la lucha de Bo contra la corrupción le ha salpicado y Beijing ha cortado de raíz. A estas conjeturas se unen las supuestas escuchas telefónicas de Bo al presidente, Hu Jintao.

La guinda la ha puesto el disidente Chen Guangcheng, cuyos movimientos han estado rodeados también de confusión, desde su huida a la Embajada de EEUU hasta su salida de allí. Hay más sombras que luces.

Es curioso que pese al supuesto control que sobre los medios tecnológicos ejerce el Gobierno, un «famoso» disidente haya podido mantener una conversación directa con una comisión del Congreso estadounidense. Hay quien señala que estos movimientos han podido evidenciar el complejo entresijo de redes y asociaciones que con fondos de Washington operan hoy en China en apoyo a la disidencia.

El desenlace deja muchas incógnitas. ¿Por qué no ha defendido EEUU al disidente con uñas y dientes? ¿El peso de China le permite mantener un cerrado pulso con la otra superpotencia? ¿Qué futuro le depara a Chen y a su familia? Además, todo esto sucede cuando Hillary Clinton y otros altos cargos de EEUU viajan a China y se reúnen con sus dirigentes, por lo que no es extraño que estos temas fueran abordados.

De cara al congreso de otoño, estos movimientos se pueden repetir. Bajo la dirección de Hu Jintao, el PCCh ha logrado mantener una unidad y disciplina, no exenta de diferencias y contradicciones, pero que ha sabido sortear los conflictos. Estas últimas maniobras muestran el pulso que mantienen los «reformistas» con los sectores izquierdistas y lo que algunos llaman pugna entre «populistas» y «elitistas».

En este contexto, se acentúan los rumores y maniobras para lograr mayores cuotas de poder. Así se interpretan la noticia de un supuesto aplazamiento del Congreso, algo que no contemplan los dirigentes chinos, conscientes de que eso debilitaría la imagen del PCCh dentro y fuera del país.

En esa lucha interna entre tendencias podría enmarcarse la solicitud de dimisión de Zhou Yongkang, que controla el poderoso aparato de seguridad chino (zhengfawei) y que por su edad podría abandonar el cargo en otoño. El poder que ha ido adquiriendo dicho aparato lo convierte en un objeto de deseo, por lo que todos buscan colocarse con ventaja de cara a la sucesión de Zhou, que podía ser la víctima de esa lucha por el poder.

Los líderes chinos reivindican desde hace años la «seguridad» y la «preservación de la estabilidad (weihu wending)» como pilares del desarrollo de China y hasta la fecha una de las claves del engranaje ha sido la zhengfawei.

Ante esta situación, el PCCh aúna esfuerzos para evitar que disidentes y «propaganda occidental» aprovechen esas diferencias internas y luchas por el poder para presionar en el ámbito de las «reformas» políticas y económicas que Occidente demanda.

Todo indica que de cara al XVIII Congreso, la Quinta Generación se sitúa en una inmejorable posición de cara a lograr cargos en el poderoso Comité Permanente del Buró Político del PCCh, junto con la Sexta Generación perteneciente a la Liga de Jóvenes Comunistas. Además, es probable que el próximo año el vicepresidente, Xi Jinping, y el actual viceprimer ministro, Li Keqiang, asuman cargos más importantes.

China se tiene que enfrentar en los próximos años a importantes retos, la ralentización del crecimiento económ ico, la corrupción, las protestas campesinas y las demandas de mayor libertad sobre todo en zonas urbanas, y serán los miembros de la Sexta Generación los que probablemente controlen los entresijos del poder.

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