GARA > Idatzia > Eguneko gaiak

Crónica | Congreso atlantiar sobre el paleolítico vasco

Tras la huella del Homo Sapiens que cazó, soñó y viajó desde nuestra costa

Una lengua, el euskara, que se «hermana» en América del Norte y Papúa Nueva Guinea; una migración desde el Golfo de Bizkaia anterior a la siberiana... El congreso Atlantiar, celebrado ayer, planteó muchas preguntas y seguro que alguna polémica.

p006_f02.jpg

Amaia EREÑAGA

A pesar de ser un día laborable, el auditorio de Ficoba, el recinto ferial situado junto a la muga, en Irun, rozó el lleno absoluto debido a la celebración del congreso internacional Atlantiar dedicado al Paleolítico vasco. No era un congreso científico al uso, a pesar de que entre sus ponentes había nombres de prestigio internacional, pero entre sus asistentes se mezclaban desde historiadores, como Iñaki Egaña, hasta lingüistas, pasando por profesores de universidad, gente de la política -la exdiputada de Cultura guipuzcoana, María Jesús Aranburu, por ejemplo-, de la cultura y el deporte, como Iñaki Perurena, y también personas «de a pie», autodidactas o interesadas simplemente por la historia.

El congreso, uno de los cuatro que está previsto que se celebren para analizar nuestra cultura a lo largo de la historia, nació precisamente de esa misma mezcolanza y ese es su mayor valor: producto de la iniciativa de la fundación Jauzarrea o, lo que es lo mismo, del fotógrafo navarro Xabi Otero, ha conseguido aglutinar a un amplio «grupo de apoyo» -no es una iniciativa que dependa del apoyo institucional- y «arrastrar» hasta aquí a científicos de renombre como el antropólogo francés Jean Clottes o una delegación de la reconocida universidad Smithsonian, de Washington, así como un jefe del pueblo Mi'kmaq como Keptin Stephen Augustine. Este último, con su chaqueta colorida, seguía atento el congreso. Es conservador del Museo de las Civilizaciones de Canadá y tiene mucho que ver con nosotros, por la huella dejada por los balleneros vascos y el euskara en su lengua.

Después de unos días de «reconocimiento del terreno» -visitas y, cómo no, gastronomía vasca-, ayer tocaba jornada maratoniana. Junto a los invitados internacionales, investigadores vascos como Joëlle Darricau -miembro de la saga familiar que posee y protege, van por la cuarta generación, la joya de la cueva Izturitze-Otxozelaia, en Nafarroa Beherea-, y los arqueólogos Jose Antonio Mujika, Andoni Tarriño y Xabier Peñalver. Este último recordó la precaria situación en la que se encuentra la protección de la cueva de Praileaitz (Deba).

La cuestión a la que se enfrentaban, cada uno desde su especialidad, era, según rezaba el título del congreso, definir «La huella humana en la fachada atlántica europea. Territorios en torno al Golfo de Bizkaia, Paleolítico». Aunque más bien, a tenor de lo escuchado, se podría deducir que el viaje iba a ser el contrario.

Por el atlántico

Los arqueólogos Dennis Stanford (Smithsonian institution) y Bruce Bradley (Universidad de Exeter) mantienen la teoría del poblamiento de América por la ruta del Atlántico. Según lo aceptado por la comunidad científica, y simplificándola mucho, durante la última glaciación o Glaciación de Würm, grupos procedentes de Asia cruzaron el estrecho de Bering por los corredores que dejaba a la vista el hielo. Sería hace unos 17.000 años, aunque los arqueólogos no se ponen de acuerdo -en lo de las fechas, en la arqueología hay un abanico muy amplio-. Bradley y Stanford plantean, además, que otra oleada migratoria procedería de esta zona, del Golfo de Bizkaia, y habría llegado a América del Norte por la plataforma continental.

Para ello, se basan en el estudio de las herramientas de una cultura anterior a la clovis, considerada hasta ahora la más antigua cultura americana y antepasada de las culturas nativas posteriores. Según apuntó Bradley, las herramientas datadas 10.000 años antes que las clovis no tienen conexión con las de zonas colindantes, pero sí, curiosamente, con las del Solutrense europeo (22.000 a 18.000 BP), la cultura que se dio en territorio francés y norte de la península durante el Paleolítico Superior Medio. «Si ahora mismo mezclara aquí esas lascas y las del Solutrense, no las distinguirían», dijo.

También está la dedución. Stanford lanzaba una pregunta: ¿Por qué todos los hallazgos anteriores a los clovis están en la costa Este de Estados Unidos? Según su teoría, la costa del Golfo de Bizkaia era una zona de refugio tanto de humanos como de animales; unas poblaciones humanas que cazaban y que, en lugar de ir hacia el interior, después del Último Máximo Glaciar (LGM, en inglés) es posible que ampliasen su perímetro de caza hacia la plataforma continental, cubierta de hielo y con fauna abundante, compuesta principalmente por focas. Adentrándose en estas islas de hielo, en ese corredor y siguiendo la caza, estos grupos nómadas avanzarían sin vuelta atrás hasta alcanzar hasta el Este de Estados Unidos. La imagen actual de aquellos cromagnones sería la de los cazadores inuits actuales, que se adentran hasta 30 kilómetros en busca de carne. Recientes estudios genéticos parece que refrendan esta teoría, aunque ha sido muy polémica -lo que suponen críticas aceradas-, como reconocía ayer Margaret Jodry, científica adjunta principal del Smithsonian y mujer de Dennis Stanford. «Siempre he sabido que íbamos a encontrar una era previa a los clovis», se felicitó.

Pero, ¿y cómo eran aquellos humanos que vivían en aquellos tiempos más parecidos a la película «Ice Ace» que a la actualidad? «Nosotros somos Homo Sapiens: tenemos el mismo cerebro y el mismo sistema nervioso», recordó Jean Clottes, el prestigioso arqueólogo francés. Especializado en chamanismo, explicó que lo que busca es reinterpretar al hombre de entonces a través de culturas que han mantenido sus tradiciones a través del tiempo. Culturas nómadas y cazadoras, cuya concepción del mundo es espiritual y basadas casi de forma universal en el concepto de la permeabilidad -el mundo real y de los espíritus se conectan- y en que todo fluye, principalmente la vida y la muerte.

Las manos dibujadas en las paredes de las cuevas europeas, los humanos pintados con formas de animales o los puntos no son firmas sin más, si no demostrativas de que «hace 10.000-15.000 años, la espiritualidad existía, ese plantarse y dar preguntas al mundo», afirmó. Las cuevas eran zonas de poder, una conexión con los espíritus... y recordó Clottes su escepticismo -«miraba con ojos de occidental»- ante las formas animales que surgían de la piedra cuando se lo enseñaba una chamán siberiana. Propuso, que en lugar de Homo Sapiens se cambie el concepto a Homo Spiritualis, porque la espiritualidad es común a la historia del ser humano, y porque «no se puede decir que seamos una especie muy sabia».

Euskara relacionado con lenguas muy lejanas

El lingüista danés Petter Bakker planteó algunos de los estudios que relacionan diferentes lenguas y que resultaban, cuando menos, curiosos. Un programa informático reciente relaciona el euskara con lenguas habladas en Perú, California, Papúa Nueva Guinea, Brasil y África Occidental. Otro, de Dediu, encontraría similitudes en 20 rasgos del euskara con lenguas habladas en la costa Oeste americana, zonas de Asia y Papúa Nueva Guinea. Johnana Nichols, por su parte, en su teoría basada en la lingüística sobre las cuatro oleadas migratorias que surgieron de África, incluiría al euskara en las dos primeras oleadas... que irían hacia América y Papúa Nueva Guinea. A.E.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo