Carlos GIL

La lluvia llegó para añadir estrés a la organización, a los artistas y a los espectadores que debían buscar el lugar de sustitución bajo techo donde se celebraron las actuaciones no suspendidas. Mucho hablar del circo, y si se usan los dedos de las manos y/o de los pies, hasta es más que probable que existan más espectáculos danza, al suelto, por libre, en la programación que malabares haciendo cabriolas por el aire. Colgados de arneses, por una fachada de la Kultur Leioa, vimos volar, caminar en horizontal al suelo y a las estrellas a los miembros de «Sacude Danza Vertical» con su espectáculo «Tegiro», que vino a demostrar una vez más que esta disciplina de danza, mezclada con el alpinismo, la fuerza, es algo tan espectacular y popular, como limitado en sus capacidades expresivas, técnicas y coreográficas. Se podría decir que visto uno, vistos todos, aunque sería una exageración impropia de quien intenta descifrar en cada paso una novedad, un discurso. El intento, muchas veces, es en vano.

Agrupadas en un mismo paquete programático se ofrecían dos trabajos de danza vasca. Por un lado la Compañía Krego y Martín Danza, con su «Así y restar», un trabajo muy contundente en cuanto a respuesta física de las danzantes, una excesiva robotización, o dicho de otro modo, un preponderancia de la disciplina frente a la libertad creativa, que ofrecía unas imágenes sugestivas en cuanto a su uniformidad, pero no excesivamente elaboradas en su descomposición o transiciones a otros planos de comunicación o narrativos.

Organik Dantza Taldea, inspirándose en la lucha de carneros, plantea un breve pero intenso trabajo en el que además de toda la puesta en escena, coreografía, concepción, existe una implicación mayor en la concreción escénica, en la poética del cuerpo, en lo netamente dancístico de los bailarines. Es un trabajo en la línea de esta compañía que insiste en diversificar sus propuestas y que hallamos bastante a gusto en este territorio más versátil y de libre conceptualización, en busca de la comunicación en una frecuencia más popular.

«Revelation», de A Part Etre

Pasó Sol Picó, la vimos de lejos terminar su espectáculo pero el segundo pase se suspendió. En otro estadio de acercamiento a los públicos, con lenguajes urbanos estilizados, las bailarinas francesas de A Part Etre logran con su fino trabajo «Revelation» una coherencia entre mensaje y manera de mostrarlo, en esa necesaria transmisión de valores sin fugas entre fondo y forma, lo que convierte a esta expresión una forma de entenderse, de mostrar que bailando es posible llegar a los mismos puntos de comunicación estética, emocional, o ética que con cualquier otra manifestación de arte escénica performativa actual. Un magnífico, cuidado, vitalista y ordenado espectáculo. De lo mejor de este año en este campo.

Vimos tres espectáculos teatrales vascos de muy diferente entidad. Simulacro Teatro, con «Sustraiak», buscando en los ancestros, en los primeros oficios de los vacos, acompañados por música en directo en una suerte de crónica pastoral posmoderna. Se queda, de momento en la búsqueda. Trapu Zaharra, con «Ametsetan bizi!», los únicos que ofrecieron toda su actuación en euskara, fieles a sus situaciones paradójicas, a sus verbalizaciones cruzadas de movimientos constantes para quedarse siempre en el mismo sitio, tocando de refilón asuntos de cruel actualidad, se mantiene en sus niveles reconocibles. Estrenó Gaitzerdi Teatroa su última producción, «Suz», una versión del cuento «Hansel y Gretel», con todos los recursos narrativos propios de esta veterana compañía, siendo uno de los trabajos cuyo estreno se hizo con un producto más acabado y redondeado, tanto en lo dramatúrgico, como en lo espacial, la iluminación y el espacio sonoro.