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«The Family Corleone»: el regreso de Vito corleone

La semana pasada salió a la venta en EEUU la novela «The Family Corleone», una precuela de «El Padrino» escrita por Ed Falco cuyo argumento está basado en los apuntes que escribió Mario Puzo en el año 69. Esta publicación coincide con el final de la polémica que ha enfrentado a los herederos de Puzo y la compañía Paramount Pictures. Volvemos a encontrarnos a algunos de los personajes que habitaron la primera novela.

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Koldo LANDALUZE

«Durante los años que llevaba en América, Amerigo Bonasera había confiado en la ley, y no había tenido problemas. En ese momento, a pesar de que en su cerebro hervía el odio, a pesar de sus inmensos deseos de comprar un arma y matar a los dos jóvenes, Bonasera se volvió hacia su mujer, que todavía no se había dado cuenta de la farsa que se había desarrollado ante sus ojos.

- Nos han puesto en ridículo -le dijo.

Guardó silencio y luego, con voz firme, sin temor alguno al precio que pudieran exigirle, añadió:

-Si queremos justicia, deberemos arrodillarnos ante Don Corleone».

Así comienza «El Padrino», la novela con la que el escritor italoamericano Mario Puzo alcanzó gran renombre y fortuna y que serviría como referente argumental de una de las sagas más conocidas del cine.

Publicado en el año 69, este atípico acercamiento a la trastienda de la mafia está descrito desde el punto de vista de un clan siciliano enraizado en Nueva York y gobernado por el astuto Don Vito Corleone. La trama transcurre entre los años 1945 y 1955 y desde el mismo instante en que nos sumergimos en su lectura, términos italianos como consiglieri, caporegime, Cosa Nostra, pezzonovante y omertá nos descubrieron un código de honor delictivo que nos era desconocido.

En «Moteros tranquilos, toros salvajes» de Peter Biskins -una vibrante radiografía de la explosión cinematográfica que vivió Hollywood en los 70-, el autor recrea el episodio singular que derivó en la célebre adaptación cinematográfica dirigida por un joven de 31 años llamado Francis Ford Coppola: En marzo de 1968, Paramount tuvo la oportunidad de convertirse en propietaria de la opción a un manuscrito de 150 páginas firmado por Mario Puzo, titulado «The mafia», siempre y cuando pudiera ganarle por la mano a Universal. Puzo esperó nervioso en la antesala del despacho de Robert Evans, el jefe de producción del estudio. Puzo era un gordo apasionado por el juego y los buenos cigarros. Como recuerda Evans, «Puzo dijo: `Debo once de los grandes. Si no los consigo, me partirán un brazo'. Yo, que ni siquiera quería leer el libro, le dije: `Toma doce mil quinientos y escribe ese libro de una puta vez'».

Trasladar a la gran pantalla esta historia no fue tarea fácil. Para empezar se asignó un millón de dólares como presupuesto en la creencia de que «El Padrino» debía ser una película sin demasiadas pretensiones. Pero con el paso de las semanas aquello iba tomando un aspecto formidable y aterrador.

Francis Ford Coppola, un director escogido por el estudio porque era italoamericano -familiarizado con lo escrito por Puzo- y bastante desconocido y, por lo tanto, barato, quería que Marlon Brando encarnase a Don Vito Corleone, a lo que el estudio se negó en rotundo ya que Brando estaba en horas bajas, era conocido por su volcánico temperamento y sus interminables excentricidades y rarezas, así que los productores le propusieron varias condiciones seguros de que nunca podría cumplirlas: no cobraría un centavo -sus ganancias estarían supeditadas a lo conseguido en la taquilla-, no se le admitirían sus explosiones de divo y, la más determinante de las peticiones, debía hacer una audición, algo que la estrella cinematográfica siempre se negaba a hacer. Contra todo pronóstico y para sorpresa de los productores, el divino Brando descendió de su pedestal, aguardó pacientemente su turno en la sesión de casting, se colocó unos algodones en la boca y legaría para la posteridad su genial caracterización de Vito Corleone.

El marzo pasado, un episodio ensombreció el cuarenta aniversario del estreno de «El Padrino»; la enconada polémica mantenida por los herederos de Mario Puzo y los estudios Paramount Pictures.

Sus respectivos consiglieris dieron inicio a una batalla judicial que tuvo su momento más álgido cuando la Paramount presentó una demanda ante un tribunal federal de Manhattan el 17 de febrero a través de la cual acusaban al clan Puzo de aprobar la creación de nuevos libros inspirados en la saga creada por el don Puzo. La respuesta de los figlios de Puzo no se hizo esperar y estos contraatacaron con otra demanda mediante la cual exigían el pago de diez millones de dólares por intentar bloquear la publicación de un libro.

No obstante, según publica «The Hollywood Reporter», tras meses de tiras y afloja, la productora y los herederos han puesto punto y final a su batalla judicial llegando a un acuerdo que ha permitido la publicación de otra novela que engrosará la saga «El Padrino». Titulada «The Family Corleone», esta novela está ambientada en el convulso Nueva York de 1933 y en ella se recrean los episodios que propiciaron a Vito Corleone alcanzar su poder durante los años de la Gran Depresión.

Sin embargo, el «permiso» para la publicación de esta precuela novelada que lleva la firma del escritor Edward Falco -las dos novelas que prolongaron la historia de la familia Corleone tras la muerte de Mario Puzo en 1999 fueron escritas por Mark Winegardner-, no es más que una tregua ya que en breve Puzo's y Paramount podrían volver a verse las caras en los tribunales a resultas de una posible adaptación cinematográfica de esta novela.

A simple vista, este embrollo judicial resulta mucho menos entrañable y simpático que el anecdotario que rodeó la gestación fílmica de «El Padrino». Un anecdotario repleto de escenas protagonizadas por grandes nombres propios y vigiladas muy de cerca por las familias sicilianas que no querían perder detalle de lo que se quería contar sobre ellas. Destaca un nombre propio que conectaba a Hollywood con la mafia, Franky «Ojos azules» Sinatra.

Hollywood y el FBI sabían de la protección y promoción que la mafia norteamericana llevaba a cabo de Frank Sinatra. Para la Cosa Nostra, Sinatra era su chico de oro pero el capo Sam Giancana no dudaba en tildarle de cafishio -que en la jerga delincuente del lunfardo significa «el que gana dinero con las mujeres, particularmente el proxeneta o rufián»-. Sinatra era amigo desde los años 20 de Joe Fischetti, primo de Al Capone y distinguido miembro de la mafia. Él fue quién le presentó a Lucky Luciano -el gran unificador del crimen organizado italoamericano- en la Habana, donde Sinatra conoció a todos los hombres del Sindicato. No obstante y a pesar de las declaraciones de Ava Gardner y de Jerry Lewis, nada pudo ser confirmado.

La relación de Sinatra con «El Padrino» se inició cuando su nombre salió a relucir para que interpretara al mismísimo Vito Corleone y con posterioridad, cobró forma la posibilidad de que diera vida al personaje de Johnny Fontana, el cantante meloso y melódico en horas bajas que acude a la boda de la hija de Vito Corleone para robar suspiros y, de paso, pedir ayuda al Don para que le ayude a recuperar su prestigio perdido en las pantallas de cine. Mario Puzo creó este personaje basándose en Tony Bennett y Sinatra lo que provocó más de una carcajada entre los magnates de Hollywood. A Sinatra no le hizo ni pizca de gracia este parentesco y cuando se encontró a Puzo en un restaurante, alguien los quiso presentar. Quienes pensaron que esta ficción casi guiñolesca no iba a molestar al cantante se equivocaron. Un enfurecido «Ojos azules» insultó al autor de «El Padrino», le amenazó con romperle las piernas y le llamó «mierda de paloma y soplón del FBI». Puzo optó por salir del local. El actor italoamericano Al Martino fue el encargado de dar vida a Johnny Fontana, un personaje que -quizás por miedo a las represalias- Coppola limitó mucho su presencia en comparación con el libro.

Uno de los grandes protagonistas de la reciente novela «The Family Corleone» es Luca Brasi. Este personaje secundario en «El Padrino» se mostraba en su breve aparición como un temible y fiel sicario -de él Michael Corleone (Al Pacino) dijo: «Dar miedo es su trabajo»-. Amigo de la infancia de Vito Corleone, es la única persona a la que teme porque al gigantesco Brasi no le asusta la policía, la sociedad ni nadie. Su leyenda negra cuenta que una vez mantuvo una relación con una joven irlandesa con la que tuvo una hija. En cuanto nació el bebé, el infalible soldadi lo arrojó a una caldera y tres días más tarde asesinó fríamente a su compañera. Francis Ford Coppola se esmeró en su intención con dar con la persona apropiada que se aproximara a semejante personaje y lo encontró en la no menos intimidante presencia de Lenny Montana, un luchador de lucha libre de dos metros de altura que ejerció labores de guardaespaldas del gángster Joe Colombo. En cuanto Montana se presentó a la audición, Coppola lo contrató de inmediato porque «solo un asesino real podía tener semejante mirada».

Anecdotario del divino Marlon Corleone

La célebre escena inicial en la que aparece Don Vito Corleone acariciando un gato fue totalmente improvisada por el propio Brando quien aseguró que se le ocurrió introducirse unos algodones en la boca porque le daba pereza crear un personaje.

La escena en la que Vito Corleone se burla de Johnny Fontana imitando sus sollozos no estaba prevista, una vez más el divino Brando optó por la improvisación. Ninguno de los actores que participaron en esta escena esperaban semejante reacción y, por ese motivo, las sonrisas nerviosas de Robert Duvall (Tom Hagen) son espontáneas. En la escena en la que Vito fallece mientras juega con su nieto, el actor llevaba puestos unos dientes improvisados que se fabricó con recortes de cáscaras de naranjas.

Estos dientes no figuran en el guión original, en la escena Vito fallece fulminantemente a consecuencia de un ataque al corazón. Pero, antes de que las cámaras se encendieran para rodar esta escena, se había colocado estos dientes para ganarse el afecto del niño y salió corriendo tras él. A Coppola le gustó tanto este juego compartido entre el actor y el chaval que decidió incluirla en la tomka final. Cuando recibió el Óscar por su interpretación en «El Padrino», se negó a aceptarlo porque decía que Hollywood discriminaba a los indios. En su lugar, recogió el premio Sacheen Littlefeather, una presunta nativa que más tarde debutaría en la gran pantalla como la actriz californiana María Cruz. I.A.

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