Considerada para muchos como una teleserie de culto, los seguidores de «Fringe» están de enhorabuena ya que la cadena estadounidense FOX y el productor Joel Wyman han sellado recientemente un acuerdo que prolonga durante una quinta y última temporada esta ambiciosa super- producción catódica creada por el totémico J. J. Abrams.

Esta segunda temporada constará de trece capítulos que servirán para cerrar las rocambolescas tramas que se han ido hilvanando a lo largo de de los más de noventa episodios anteriores. A simple vista resulta sorprendente esta decisión por parte de la FOX ya que los últimos episodios apenas contaron con un porcentaje de espectadores que no alcanzaba los tres millones. A pesar de ello, la cadena estadounidense parece dispuesta a satisfacer la curiosidad de una legión de fieles seguidores que quedaron enganchados de esta propuesta desde su original arranque.

Para quienes no sepan cuales son los derroteros de esta teleserie, todo se inicia tras el incendio que sufre el laboratorio de un científico llamado Walter Bishop. Tras permanece diecisiete años encerrado en un hospital psiquiátrico es reclutado para ayudar a la agente Olivia Dunham -integrada en la división Fringe del FBI (encargada de asuntos entre el bioterrorismo y lo paranormal)-, para participar en una misión. A medida que avancen los capítulos, se irá revelando la implicación directa de los experimentos que Bishop llevó a cabo en los años 70 en el desarrollo posterior de bombas humanas, seres mutantes, epidemias, portales interdimensionales, etc. Bishop no recuerda con claridad estas investigaciones, ha guardado sus archivos en sótanos y en garajes; ha escondido sus inventos más peligrosos en cajas de seguridad; tres partes de su cerebro han vivido en otros tantos cerebros ajenos, para que sus peligrosos conocimientos permanecieran a salvo. Accede a su pasado a ráfagas, releyendo informes, viendo cintas de video. A partir de esta premisa, los argumentos inciden en una idea: «En nuestra era la memoria siempre está en otro lado».