Si ayer repasábamos lo mal que llevan algunos todo lo que rodea a la final de Copa, las declaraciones de Esperanza Aguirre, lideresa de extremo centro, ha inflamado muchos ánimos. La mayoría ha criticado a la presidenta madrileña, porque hay gañanadas que son difíciles de defender, pero no crean, hay también quien le ha sacado la cara. Como «El Mundo», que ayer, en páginas de opinión, consideraba «el colmo del cinismo» que se acuse a Aguirre a politizar la final y, en su encedida defensa, cargaba incluso contra Antonio Basagoiti, por decir que en Bucarest los ultras del Atlético de Madrid mostraron banderas franquistas y nadie dijo nada de suspender el partido. Sin embargo, para el diario de Pedro J. quienes mostraron banderas con el pollo eran «un puñado de aficionados atléticos, absolutamente residual». Pues para ser residual, no hacían más que salir en la tele...

En el mismo diario, un habitual, Federico Jiménez Losantos, apostillaba que «Aguirre y Rosa Díez, las dos políticas españolas más populares, han dicho lo que la mayoría piensa: que ya está bien, y que para pitar el himno y la bandera de España se vayan al guano, no a Madrid». Cómo se ponen los no nacionalistas. Y ya que había cogido carrerilla, Losantos añadía: «de pronto, nos hemos quedado a la vez sin nación y sin dinero, sin dignidad y sin nada que justifique tanta indignidad. Conclusión popular: se acabó. ¿Pagar más impuestos para financiar la independencia catalana y vasca? ¡Que la paguen ellos!». Pues servidora está de acuerdo: Se acabó. ¿Pagar impuestos para financiar la Policía, el Ejército y la monarquía española? Que las paguen ellos.

Y en otro periódico que pugna por ser el más facha del quiosco, «La Gaceta», su director Carlos Dávila afirmaba: «Pasado mañana, Madrid, la ciudad más liberal del mundo, tendrá que soportar a un enjambre de individuos, que jaleados por sus prebostes que viven de nuestros impuestos, van a permitirse el lujo de silbar un himno y una bandera tan españoles como constitucionales». A su juicio, Aguirre tiene «una heroica virtud: decir sin ambages lo que muchos sufridores de la Nación más antigua de Europa piensan y tienen miedo a proclamar». Miedo, el que dan ellos.