Los científicos hacen cada cierto tiempo una orden de méritos clasificatoria de los inventos más importantes de la Historia. El siglo XX es un compendio de grandes hallazgos científicos, algunos atroces, como la energía atómica, otros realmente importantes para el desarrollo de la Humanidad. Hallazgos científicos que cambian el concepto de la vida, de la sociedad, de la convivencia, de la comunicación. Probablemente ahora, que internet es algo tan común como el agua corriente, tengamos otra perspectiva de nuestra existencia.

Pero hubo un día que se emitió por televisión, aquellos famosos tubos catódicos, que transportaban la imagen a kilómetros de distancia en tiempo real, en blanco y negro, con unos aparatos receptores, que eran mastodónticos, con lámparas, con gases para transformar la señal eléctrica en imágenes mostradas en puntos y líneas. Después se probó con el color, y se logró la revolución cromática, alterando la calidad de los colores básicos, transformando la entidad de cuerpos y objetos. Todo eso iba funcionando, aparecieron canales, ofertas diversas, y un buen día del año 1955 un tal Eugene Polley inventó un aparato que lanzaba una señal sobre el propio televisor y cambiaba a distancia el canal. Se acababa de descubrir el gran invento del siglo XX, el mando a distancia, el que cambió definitivamente la relación individual y colectiva con aquel tótem, aquel mueble que hablaba y que se transformó en el electrodoméstico esencial por excelencia. Quien tiene el mando a distancia ostenta el poder. Con el mando a distancia, no hay programa que resista.

Ese gran hombre, benefactor del colesterol y el sobrepeso, el que nos ha ayudado a derivar violencia con uso, acaba de fallecer a la edad de noventa y seis años. Un ser longevo que ha podido ver la evolución de su invento primario hasta la sofisticación actual y cómo se ha convertido en el utensilio más codiciado en domicilios particulares o establecimientos públicos. No obstante hay un problema sin solucionar, ¿cómo hacer que se encuentre el mando a la primera? ¿Por qué tiene esa tendencia a colocarse en los lugares más inverosímiles?¿Se imaginan la tele sin mando?