Aquellos que no superan la barrera de los cuarenta tienen un vago recuerdo de aquel 5 de mayo del 84, en el que el Athletic se proclamó campeón de la Copa, y del día en el que la gabarra surcó la ría por última vez. Otros, los menos afortunados, ni siquiera habían, habíamos, nacido.

Ese 5 de mayo, pocas horas antes de aquel histórico partido, yo llegaba al mundo. En el hospital de Cruces todo eran nervios: las futuras amatxus, por ver, por primera vez, la cara de sus retoños; y los futuros aitatxus, bueno, esos, por la incertidumbre de si llegarían o no a tiempo para ver el partido. Si ese día se proclamaban campeones yo tenía muchas opciones de llamarme «Clementina», así me lo contaron años después.

Mientras transcurrían mis primeras horas de vida, al margen de todo aquello, y con el Athletic campeón, mis tíos brindaban, aún no sé muy bien si por el nacimiento de su primera sobrina o por la victoria de su equipo. Es un día que no recuerdo, claro está, pero que las historias contadas en familia, una y otra vez, te hacen formar parte de ello. Todos recuerdan aquellos días con gran ilusión el 1-0 obra de Endika, el recibimiento a los campeones y la mítica gabarra, esa emblemática embarcación tan conocida por todos pero que muchos, muchísimos y cada vez más, no hemos podido ver surcar la ría.

Este fin de semana esto puede cambiar, todo aquello puede repetirse. Y esta vez los que no pudimos estar, estaremos allí formando parte de esas historias que tantas veces hemos escuchado. Este viernes es nuestro momento. El de unos jóvenes jugadores que han luchado por llegar a esta final, que se han ganado estar en esta final y que desean este título más que nunca. Un título que ya nos toca, que la afición queremos y merecemos disfrutar. Este es el momento de escribir nuestra propia historia. Y esta vez sí, esta vez podremos, yo podré, decir aquello de «yo estuve allí».